lunes, octubre 03, 2005

¡Salvemos al Archivo General de la Nación!



Por: Héctor Delgado[1]

El Archivo General de la Nación (AGN) es la memora exacta del pueblo de México. Su identidad, ombligo y placenta documentados, no esotéricos. Lo más grandioso (y execrable) que hemos producido, quizás desde el momento mismo del mestizaje con toda su bajeza, magnificencias, noblezas y perversidades: la corrupción absoluta de los poderes temporal y eclesiástico. El AGN es la huella dactilar colectiva donde nos localizaremos por los siglos. Tesoro incalculable para las nuevas generaciones.

Hoy, ubicado hace 23 años en el Palacio Negro de Lecumberri (“ahí está tu pobre casa”, decían los chilangos al pasar frente a su portón insufrible), Calle Eduardo Molina, a escasos metros de la Cámara de Diputados.

Siglos y fantasmas circulan por sus patios de antiguas crujías, desde el polígono de vigilancia, fue construido como cárcel modelo del porfiriato –en el patio trasero, el traidor Victoriano Huerta asesinó al presidente Madreo- ; el edificio y sus instalaciones readaptadas albergan millones de documentos –se pueden medir-; son 51 kilómetros y 590 metros lineales. Además cientos de cajas amontonadas que se pueden pudrir literalmente, todavía sin abrir por falta de personal especializado y espacios.

El martes 16 de agosto compareció el director general del AGN, Jorge Ruiz Dueñas (por cierto muy neurótico, tuvo un exabrupto hacia un asistente), ante la Primera Comisión de Gobernación y Justicia de la Comisión Permanente (en la sala Miguel Ramos Arizpe del Senado de la República), con la asistencia de Nahum Pérez Paz, director del a Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía de la SEP, personal técnico, varios senadores y diputados federales.

El AGN tiene en la antigua penitenciaría 23 años de uso. Fue instaurado el 22 de agosto de 1823, cuando se decretó su institucionalidad a escasos 2 años de la consumación de la Independencia, por su principal impulsor Lucas Alamán, hombre culto e ideólogo del Partido Conservador.

Actualmente posee 7 millones de imágenes particularizadas; 63 mil videos y kilómetros de documentos referidos. Todo lo que hemos sido y somos está ahí, literalmente nuestro árbol genealógico como nación. Mucho de su acervo no se ha analizado por insuficiencias presupuestarias, pero cuando se haga habrá hallazgos formidables.

El edificio ya no sirve para custodiar, proteger y preservar ese tesoro nacional. Ha habido recorte de personal, cada empleado que fallece o se jubila deja una plaza que se “congela”, es decir, desaparece literalmente. Por lo que actualmente el AGN es el único en el mundo que se “atiende” con escasos 190 trabajadores.

El AGN está debajo del nivel del antiquísimo Canal del Desagüe, que corre a escasos metros. El edificio ya no sirve. Hundimientos cotidianos, muros y pisos agrietados. Contaminación por humedad, hongos y químicos amenaza destruirlo todo. Se cometieron varios errores en su remodelación. No hay control climático. De todas las cantidades señaladas, sólo se ha digitalizado o microfilmado el 4 %. Es increíble. Comparativamente con otros países del mundo que protegen –exactamente como un tesoro- su memoria nacional, el AGN de México es una vergüenza que deprime e indigna.

Debe haber una sensibilización de varias secretarías de Estado, desde la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la Secretaría de Gobernación, la Secretaría de Educación Pública, La Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, el Instituto Nacional de Bellas Artes, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (y por supuesto la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía)[2] principalmente para salvar al AGN. Es criminal lo que se hace contra esa institución. Mientras no exista voluntad y sensibilidad sociopolítica, económica y cultural para construir una nueva sede con toda la tecnología de punta –por lo menos para los próximos 50 ó 100 años-, muchos son los responsables actuales incluida la Presidencia de la República. Vicente Fox debería ser el adalid de dicha salvación, colocando los cimientos y otorgando el presupuesto inicial necesario para ese nuevo AGN. Si no, la Historia los juzgará, incluido Jorge Ruiz Dueñas, quien no se ha echado a cuestas esa misión esencial: UNA NUEVA SEDE PARA EL AGN, es prioritario y estratégico.

No es posible que en el siglo XXI el salitre, las ratas, insectos, vidrios rotos, burocratismo, incuria y negligencias derroten y destruyan siglos de memoria social. El AGN es el reservorio de la patria, A mi juicio, no se justifica ese elefante blanco (sólo como… corrupción por comisiones para los contratistas), llamado Biblioteca Nacional José Vasconcelos –QUE NO HACE FALTA, NO ES NECESARIA-, [3] y ese dinero y espacios no se dedica a lo esencial: nuevo AGN.

El nuevo AGN debe ser construido pensando en 125 kilómetros de documentos, hoy tenemos 52. Francia construyó el suyo en el año 2002 para 50 kilómetros, y, solo alberga a 20. El Congreso debe proteger al AGN, dándole la calidad de organismo público autónomo. Dotarlo de presupuesto. No utilizarlo como mecanismo de campaña político/electoral. Esto es apenas un grito de atención para salvar la memoria de la patria. ¡¡¡ ¿Qué esperamos, un incendio?!!!


[1] En: Zona uno (p.3). -- Uno mas uno (21-ago-2005)
[2] Nota de Batichica
[3] Nota de Batichica: TODAS LAS BIBLIOTECAS HACEN FALTA, LO QUE SOBRA ES EL MAL MANEJO, TANTO POLÍTICO O ECONÓMICO QUE SE HACE DE LOS PROYECTOS PARA BENEFICIO DE ALGUNOS.