miércoles, noviembre 10, 2004

El peligroso oficio del bibliotecario

El oficio del bibliotecario, bien del que estudia bibliotecología o el que se consagra empíricamente al manejo de volúmenes gordos o esmirriados folletos en medio de los estantes, resulta ser una labor peligrosa, página por página.
Por Dixon Moya


Hay pruebas fehacientes de ello, desde los primeros mártires que debieron morir junto a miles de pergaminos durante el incendio de la Biblioteca de Alejandría, pasando por el veneno que condimentaba folios prohibidos en monasterios enigmáticos, como los descritos por Umberto Eco en "El nombre de la Rosa", para no rememorar los detalles de la pérdida de los códices mayas, incinerados por el fuego de la pecaminosa Intolerancia religiosa.

De manera más reciente, el manejo de los libros debe ser cuidadoso, con guantes y tapabocas especiales. Una portada en tapa dura puede ser la fachada de un artefacto explosivo, o el estuche de una bacteria mortal. No se descarta que los viejos textos guarden algún polvillo, esencia de tiempos idos, nicho cálido de enfermedades legendarias. ¿Cuántos bibliotecarios habrán caído asesinados, víctimas no sólo de fanáticos, sino de coleccionistas enloquecidos de incunables? La peligrosidad de las bibliotecas lo evidencian todas las muertes registradas bajo anaqueles pesados, luego de terremotos y otros desastres naturales.

Durante los conflictos entre humanos, las bibliotecas suelen ser un objetivo militar, los libros adquieren enemigos gratuitos en todos los bandos en disputa, ni déspotas ni revolucionarios suelen estimar los sitios en donde reposan los libros, saben que allí siempre reposan ideas contrarias en germen, incubando las justificaciones de su futura destrucción.

El libro es materia inflamable, pues está compuesto de papel y de varios combustibles: razones, sentimientos, intereses, muchas mentiras y una que otra verdad. No es extraño, entonces, que Ray Bradbury, ese poeta del futuro, imaginara en la novela "Fahrenheit 451" una sociedad gobernada por un régimen empeñado en quemar los libros, algo que no es novedad si recordamos episodios nefastos como la Santa Inquisición, el Ku Klux Klan, el nazismo, el estalinismo y otros perversos ismos.

Uno de los más tristes efectos del reciente conflicto en Irak, fue el pillaje y destrucción de las bibliotecas de Bagdad, Basora y Babilonia. No puede olvidarse que la primera biblioteca se inauguró en Nínive, en medio de las riberas de los ríos Tigris y Eufrates. Imagino los personajes de "Las mil y una noches", volando en una alfombra mágica perseguidos por un misil balístico inteligente.

Los bibliotecarios y bibliotecólogos son profesionales de alto riesgo, comparables con aquellos valientes que desactivan explosivos, equilibristas sin red de protección, taxistas nocturnos, electricistas de alta tensión, dobles de actores famosos, aseadores de ventanas de rascacielos, bufones de tiranos y los poetas, suicidas en potencia.
También es preocupante que los bibliotecarios se enfrenten a muchas cosas, hasta del mismo gobierno y su censura.