jueves, junio 02, 2005

Bertrand Russell nos contó que Zacarías era bibliotecario

Por Alfredo R. Palacios[1]

… esta historia me recuerda que cuando los bibliotecarios catalogadores nos encontramos discutiendo ardua, calurosa y vigorosamente por la interpretación de una Regla de Catalogación y el análisis de cómo se debe asentar o registrar un dato en la descripción catálográfica, corremos el peligro de experimentar lo que le pasó al pobre de el Bibliotecario Zacarías.



Había una vez… en el montañoso suelo de Partalaguna, una biblioteca muy original formada exclusivamente con catálogos de libros. Cualquiera de los volúmenes que ocupaban los anaqueles podía proporcionar al lector los títulos de todos los libros que trataban un determinado tema. Por ejemplo, la obra 1,177 contenía la lista de todos los libros escritos sobre Sócrates; la 551.073 registraba todos los libros dedicados a la obra de Maurits Cornelis Escher; el volumen 8.409, los textos que hablaban de la pirámides de Egipto, y así sucesivamente.

Zacarías –nos contó Bertrand Russell— era el bibliotecario de esta curiosa Biblioteca de Partalaguna y llegó a descubrir, en su ardua tarea de clasificación, que algunos de estos catálogos se citaban así mismo. Así, el autor el autor del catálogo 1.177 creía que su listado bibliográfico era una cierta forma de hablar de Sócrates, entonces añadía el título de su propio catálogo a la lista de los libros que lo componían.

Esto disgustaba mucho a Zacarías. Juzgaba a los autores que así obraban como pagados de sí mismos y transfería este juicio sobre sus respectivas obras. “Los catálogos que se citan a sí mismos son vanidosos y presumidos”, decía. Por el contrario, elogiando el recato de los autores de las obras que, como la 551.073 no se citaban así mismas, exclamaba: “¡Que modesto es este catálogo!”

Un buen día, y luego de haber fatigado clasificaciones, Zacarías enfrentó la necesidad de tener que distribuir su biblioteca en dos salas distintas y unidas por un largo pasillo. “Para un buen orden –se dijo--, en la sala de la izquierda, pondré los catálogos vanidosos y, en la de la derecha, los catálogos modestos.” Así lo hizo y, una vez finalizada la tarea de distribución de ejemplares en los estantes, comenzó –como buen bibliotecario que era—la redacción del Catálogo de Catálogos Vanidosos (Sala de la izquierda) y la del Catálogo de Catálogos Modestos (sala de la derecha).

¿Y estos nuevos catálogos serán vanidosos o modestos?

“¡Serán modestos!”, pensó Zacarías, pues por principio, no se citaban a sí mismos. Comenzó ubicando el catálogo de Catálogos Vanidosos (que rea modesto) en la sala de la derecha. Inmediatamente pasó a registrar este último y nuevo ejemplar. Para ello Zacarías abrió el otro catálogo – el Catálogo de Catálogos Modestos – y en él anotó el título del Catálogo de Catálogos Vanidosos. Para finalizar su tarea, le faltaba solamente colocar el último catálogo –el Catálogo de Catálogos Modestos—en alguna de las dos salas. Dado que el Catálogo de Catálogos Modestos era, obviamente, modesto, estaría en la sala de la derecha. Ahora bien, si esto ocurría, la sala de la derecha tendría un nuevo libro. Prestamente Zacarías abrió el Catálogo de Catálogos Modestos y lo registró.

Pero… he aquí la cuestión: por causa de este último registro, ¡el Catálogo de Catálogos Modestos se había hecho vanidoso! Profundamente sorprendido, Zacarías recorrió el largo pasillo con la clara intención de ubicarlo en la sala de la izquierda.

Cuando llegó a la sala de la izquierda, se dio cuenta de que la sala de la derecha tenía ahora un libro menos. Abrió el Catálogo de Catálogos Modestos y borró la mención que hiciere de sí mismo. Pero… he aquí la cuestión: el Catálogo que hasta ese momento era vanidoso, al borrar el asiento, ¡volvió a ser modesto! Entonces, Zacarías lo llevó corriendo a la sala de la derecha. Pero… cuando llegó a la sala de la derecha, se dio cuenta de que tendría un libro nuevo libro…

Cuentan pobladores y turistas que, en la Biblioteca de Partalaguna, hay un bibliotecario loco que recorre un largo pasillo desde la sala de la izquierda a la sala de la derecha y desde la sala de la derecha a la sala de la izquierda; y, en un mismo libro y entre las carreras, no cesa de escribir un título, de borrarlo, de volverlo a registrar, e volverlo a borrar, de registrarlo nuevamente, de borrarlo…

¡ Y así por la eternidad toda!


[1] PALACIOS, Alfredo Raúl y Alberto Gustavo Palacios. La definición : así la matemática como en la filosofía. – Buenos Aires, Arg. : Lumen, c2002. – 83 p. – (Relaciones)