Los bibliotecarios… ¿leen? (I)
“El maestro enseña la lectura desde su clase desde el punto de vista curricular, pero desde el punto de vista extracurricular, el bibliotecario tiene que motivar la lectura”
Dominica: juegos para leer o la lectura como juego
Por María Antonia Borroto
Dominica Legañoa Ferrá, con cerca de treinta años de experiencia como bibliotecaria, sorprende por su dinamismo y alegría. Recuerdo que fue escuchada en vilo por los participantes en un evento organizado por la Biblioteca Provincial, pues sus palabras tenían tal fuerza y sabiduría que no escucharla hubiese sido casi un pecado.
Ese día sentí que una entrevista con ella, amén de entretenida, debía ser muy útil. Un tiempo después, el sello Bachiller y Morales, reconocimiento de la Asociación Cubana de Bibliotecarios, me dio la excusa necesaria, máxime al saber que es la primera representante del sistema de bibliotecas escolares de Camagüey que recibe la importante distinción.
A grandes rasgos, puedo decirles que si bien llegó a la Bibliotecología "como llega mucha gente a cualquier trabajo, por hacer algo", rápidamente se enamoró de la profesión recomendada por una amiga de su mamá. Ya era bachiller, sin embargo, una prohibición paterna le impidió estudiar Bioquímica Farmacéutica en La Habana, carrera en la que hoy es imposible concebirla. Su primer centro de trabajo, como auxiliar de biblioteca, fue el Centro de Documentación Pedagógica Provincial, "en esos momentos, año 72, con gran cantidad de recursos para el aprendizaje. Recuerdo que me pusieron a hacer un inventario de la colección, con alrededor de treinta mil ejemplares. Fue un trabajo arduo gracias al que pude ser una referencista muy sagaz: sabía buscar lo que la gente necesitaba porque conocía toda la información. Al concluir el técnico medio fui profesora de todos los cursos subsiguientes, y después, en el 76, comencé a estudiar la Licenciatura en Español y Literatura en el Pedagógico, carrera que nunca ejercí, pero que me ha servido de mucho." Entonces pasó a ser especialista del sistema de información educacional y ya después, metodóloga provincial. Desde hace seis años trabaja en el Instituto Superior Pedagógico, como metodóloga de información, y es además profesora adjunta de la Universidad de Camagüey.
¿Qué características debe tener un bibliotecario?
En primer lugar, ética; una ética que le permita brindar un servicio personalizado y guardar, si el caso lo merece, la debida discreción. La ética también tiene que ver con el uso del presupuesto destinado a la adquisición de libros, pues tiene que disponer de éste en interés de los usuarios potenciales de la institución.
El trabajador de la información tiene que ser una persona instruida que logre empatía con los usuarios, con muy buen carácter y hasta con sentido del humor. Un factor primordial es la entrevista con el usuario, pues debe saber qué preguntarle, única forma de complacerlo. Debe estar orientado hacia el usuario y ser de pensamiento muy rápido. Hay un acróstico al respecto hecho con las letras de la palabra profesional: profundo, rápido, orientado hacia el usuario, flexible, ético, sencillo, instruido, organizado, novedoso, actualizado y líder. Importante esto último, el liderazgo. Situándonos ya en el sector educacional, debe promocionar lo nuevo que llega. Debe ser admirado por los demás, para así ganarse su confianza y que acudan a él en busca de información. La falta de información crea incertidumbre; pero el exceso, la saturación, también crea incertidumbre. Debe, por tanto, ser capaz de buscar en cada caso lo pertinente y lo relevante. En resumen, una persona capacitada, instruida y con buenas relaciones humanas.
¿Hasta qué punto los bibliotecarios actuales son así?
Si bien tenemos un ideal, debemos contar con la persona que quiere ser bibliotecario a priori, y después, sobre la marcha, ir modelando todas estas cosas. Desgraciadamente no todos los bibliotecarios leen. Muchas revistas dicen que la primera prueba que debe hacérsele a una persona que quiera ser bibliotecario es para comprobar si es un buen lector, y después, sólo después, medirle la parte técnica. Un buen lector llega donde él quiera llegar, sabe todo cuanto quiera saber y se agencia toda la información que necesita.
El maestro enseña la lectura desde su clase desde el punto de vista curricular, pero desde el punto de vista extracurricular, el bibliotecario tiene que motivar la lectura. El bichito de la lectura debe ponerlo el bibliotecario, y no todas las personas están preparadas para hacerlo. El bibliotecario debe crear acciones para acercarse al estudiante. Debe trabajar muy cerca del maestro y saber qué debe leer un alumno de secundaria, qué uno de primaria, lo que, por demás, solo podrá saber si es un buen lector. Ese es el problema de la enseñanza: hay maestros que no motivan la lectura porque no se salen de su clase y desconocen cuántas obras literarias guardan relación con las temáticas tratadas en el aula.
Una de las cosas que yo he hecho es un programa de animación de la lectura. Trato de vincular las obras del Programa Editorial Libertad, obras de referencia que no son concebidas para ser leídas totalmente, a una actividad novedosa. Nadie se va a leer un diccionario, pero sí puede ser que un diccionario traiga en un anexo las voces latinas que uno utiliza normalmente, voces que no se dan en ningún plan de estudios. Funciona como un juego, pues lo lúdico es muy importante. Y quien dice las voces latinas, dice otros muchos aspectos que pueden ser tratados en juegos muy divertidos e instructivos.
Creo que el bibliotecario escolar no tiene el mismo reconocimiento que los restantes, y que incluso está en un escaño inferior al maestro.
Es así, es un mal general, y no solo del sistema de información escolar. Recientemente yo estuve en el Segundo Congreso de la Asociación Cubana de Bibliotecarios, en la Biblioteca Nacional, y el lema fue precisamente "Reconocimiento versus conocimiento". O sea, que nacionalmente, y pienso que en otros países también, al bibliotecario no se le reconoce todo lo que realmente merece. Tiene que ver con factores subjetivos, pero tiene que ver también con políticas de información y con políticas institucionales. Cuando realmente haya una política que sitúe a la información en el nivel de prioridad que merece, aumentarán las exigencias a los bibliotecarios y estos, o mueren como lo hicieron los dinosaurios, o se preparan para asumir el liderazgo que merecen, ser instruidos y cultos. Alguna gente se acomoda porque cree que no la tienen en cuenta. Hay bibliotecarios que son líderes en las escuelas, pues hay que contar con ellos para todo; pero hay otros que no, que se acomodan. Pero, te repito, hay que darle más valor a la información para que todo se encadene y el bibliotecario se sienta más reconocido y más responsable.
Por María Antonia Borroto
Dominica Legañoa Ferrá, con cerca de treinta años de experiencia como bibliotecaria, sorprende por su dinamismo y alegría. Recuerdo que fue escuchada en vilo por los participantes en un evento organizado por la Biblioteca Provincial, pues sus palabras tenían tal fuerza y sabiduría que no escucharla hubiese sido casi un pecado.
Ese día sentí que una entrevista con ella, amén de entretenida, debía ser muy útil. Un tiempo después, el sello Bachiller y Morales, reconocimiento de la Asociación Cubana de Bibliotecarios, me dio la excusa necesaria, máxime al saber que es la primera representante del sistema de bibliotecas escolares de Camagüey que recibe la importante distinción.
A grandes rasgos, puedo decirles que si bien llegó a la Bibliotecología "como llega mucha gente a cualquier trabajo, por hacer algo", rápidamente se enamoró de la profesión recomendada por una amiga de su mamá. Ya era bachiller, sin embargo, una prohibición paterna le impidió estudiar Bioquímica Farmacéutica en La Habana, carrera en la que hoy es imposible concebirla. Su primer centro de trabajo, como auxiliar de biblioteca, fue el Centro de Documentación Pedagógica Provincial, "en esos momentos, año 72, con gran cantidad de recursos para el aprendizaje. Recuerdo que me pusieron a hacer un inventario de la colección, con alrededor de treinta mil ejemplares. Fue un trabajo arduo gracias al que pude ser una referencista muy sagaz: sabía buscar lo que la gente necesitaba porque conocía toda la información. Al concluir el técnico medio fui profesora de todos los cursos subsiguientes, y después, en el 76, comencé a estudiar la Licenciatura en Español y Literatura en el Pedagógico, carrera que nunca ejercí, pero que me ha servido de mucho." Entonces pasó a ser especialista del sistema de información educacional y ya después, metodóloga provincial. Desde hace seis años trabaja en el Instituto Superior Pedagógico, como metodóloga de información, y es además profesora adjunta de la Universidad de Camagüey.
¿Qué características debe tener un bibliotecario?
En primer lugar, ética; una ética que le permita brindar un servicio personalizado y guardar, si el caso lo merece, la debida discreción. La ética también tiene que ver con el uso del presupuesto destinado a la adquisición de libros, pues tiene que disponer de éste en interés de los usuarios potenciales de la institución.
El trabajador de la información tiene que ser una persona instruida que logre empatía con los usuarios, con muy buen carácter y hasta con sentido del humor. Un factor primordial es la entrevista con el usuario, pues debe saber qué preguntarle, única forma de complacerlo. Debe estar orientado hacia el usuario y ser de pensamiento muy rápido. Hay un acróstico al respecto hecho con las letras de la palabra profesional: profundo, rápido, orientado hacia el usuario, flexible, ético, sencillo, instruido, organizado, novedoso, actualizado y líder. Importante esto último, el liderazgo. Situándonos ya en el sector educacional, debe promocionar lo nuevo que llega. Debe ser admirado por los demás, para así ganarse su confianza y que acudan a él en busca de información. La falta de información crea incertidumbre; pero el exceso, la saturación, también crea incertidumbre. Debe, por tanto, ser capaz de buscar en cada caso lo pertinente y lo relevante. En resumen, una persona capacitada, instruida y con buenas relaciones humanas.
¿Hasta qué punto los bibliotecarios actuales son así?
Si bien tenemos un ideal, debemos contar con la persona que quiere ser bibliotecario a priori, y después, sobre la marcha, ir modelando todas estas cosas. Desgraciadamente no todos los bibliotecarios leen. Muchas revistas dicen que la primera prueba que debe hacérsele a una persona que quiera ser bibliotecario es para comprobar si es un buen lector, y después, sólo después, medirle la parte técnica. Un buen lector llega donde él quiera llegar, sabe todo cuanto quiera saber y se agencia toda la información que necesita.
El maestro enseña la lectura desde su clase desde el punto de vista curricular, pero desde el punto de vista extracurricular, el bibliotecario tiene que motivar la lectura. El bichito de la lectura debe ponerlo el bibliotecario, y no todas las personas están preparadas para hacerlo. El bibliotecario debe crear acciones para acercarse al estudiante. Debe trabajar muy cerca del maestro y saber qué debe leer un alumno de secundaria, qué uno de primaria, lo que, por demás, solo podrá saber si es un buen lector. Ese es el problema de la enseñanza: hay maestros que no motivan la lectura porque no se salen de su clase y desconocen cuántas obras literarias guardan relación con las temáticas tratadas en el aula.
Una de las cosas que yo he hecho es un programa de animación de la lectura. Trato de vincular las obras del Programa Editorial Libertad, obras de referencia que no son concebidas para ser leídas totalmente, a una actividad novedosa. Nadie se va a leer un diccionario, pero sí puede ser que un diccionario traiga en un anexo las voces latinas que uno utiliza normalmente, voces que no se dan en ningún plan de estudios. Funciona como un juego, pues lo lúdico es muy importante. Y quien dice las voces latinas, dice otros muchos aspectos que pueden ser tratados en juegos muy divertidos e instructivos.
Creo que el bibliotecario escolar no tiene el mismo reconocimiento que los restantes, y que incluso está en un escaño inferior al maestro.
Es así, es un mal general, y no solo del sistema de información escolar. Recientemente yo estuve en el Segundo Congreso de la Asociación Cubana de Bibliotecarios, en la Biblioteca Nacional, y el lema fue precisamente "Reconocimiento versus conocimiento". O sea, que nacionalmente, y pienso que en otros países también, al bibliotecario no se le reconoce todo lo que realmente merece. Tiene que ver con factores subjetivos, pero tiene que ver también con políticas de información y con políticas institucionales. Cuando realmente haya una política que sitúe a la información en el nivel de prioridad que merece, aumentarán las exigencias a los bibliotecarios y estos, o mueren como lo hicieron los dinosaurios, o se preparan para asumir el liderazgo que merecen, ser instruidos y cultos. Alguna gente se acomoda porque cree que no la tienen en cuenta. Hay bibliotecarios que son líderes en las escuelas, pues hay que contar con ellos para todo; pero hay otros que no, que se acomodan. Pero, te repito, hay que darle más valor a la información para que todo se encadene y el bibliotecario se sienta más reconocido y más responsable.
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