martes, febrero 01, 2005

Ismail Serageldin dice que el libro es 'un invento único' y la historia del bibliocausto.

Los libros son un objeto muy especial, uno de esos inventos únicos, como la cuchara, el martillo o la tijera, que nunca han podido ser mejorados, más allá de que se los haya rediseñado, porque su base sigue siendo la misma. Serageldin le adjudicó a su visión y a la del consejo que dirige la Biblioteca de Alejandría el hecho de que en los últimos años la institución milenaria se haya modernizado con la incorporación de nuevas tecnologías. Muchos se sorprendieron al principio y hablaron de una biblioteca vacía, pero el proyecto actual es mucho más que una biblioteca. Tiene museos, centros de investigación, planetario, exploratorio, galerías de arte y archivo de Internet.

Además, no niego que haya habido censura y presiones para que se mantuvieran fuera de la colección de Alejandría textos que pudiesen considerarse ofensivos hacia el Islam: "Lo único que hacemos es mantener los libros más controvertidos fuera de los estantes abiertos para que no sean dañados por los lectores a los que les resultan hostiles.

El nuevo gran desafío para los bibliotecarios será repensar la organización del conocimiento en función de las nuevas tecnologías (y también tratando de respetar las ideologías), y animarse a cruzar ciertos límites y no esperar contar con la aprobación del departamento legal. Tendrán que negociar con los editores y autores un modo distinto de trabajo en la era digital. El copyright (marca registrada) representa a un modelo de industria que se está quedando obsoleto.

Por otro lado, es inconcebible que se haya permitido, como se permitió, la destrucción de la Biblioteca de Bagdad en medio del conflicto bélico en Irak.

Por eso, porque desastres como esos pueden volver a ocurrir, es tan importante que preservemos nuestra riqueza cultural duplicando de algún modo la información que está en nuestros archivos a través de la digitalización.

…¿será el principio del bibliocausto?



Ahora, una batirecomendación:



Historia universal de la destrucción de libros : de las tablillas sumerias a la guerra de Irak / Fernando Báez. Barcelona : Destino, 2004

El libro que ahora les recomiendo se titula: La Historia universal de la destrucción de los libros, escrito por Fernando Báez. Me encontré con este título y me pareció muy interesante ya que el autor nos envuelve en un relato circular, es decir, empieza en Iraq (cuando era Sumer y Babilonia) y termina en Iraq, que ahora (y como siempre) se encuentra semidestruido. Fernando Báez conoce ese final porque es un experto en historia de las bibliotecas y formó parte de la comisión que estudió y valoró la destrucción del patrimonio iraquí tras la invasión de los últimos dos años.

El 10 de mayo de 2003, Fernando Báez visitó la devastada sede de la Biblioteca Nacional de Bagdad, que había sido asolada mientras la ciudad estaba controlada por las fuerzas norteamericanas. “Iba prevenido por mis colegas, claro, pero lo que averigüé y lo que vi, vale la pena advertirlo, me produjo insomnio durante las noches siguientes”.
La Biblioteca Nacional que todavía está en pie, un edificio de tres pisos de 10.240 metros cuadrados, había sufrido dos ataques y dos saqueos. El peor de todos se produjo el 10 de abril, cuando una multitud de niños, mujeres, jóvenes y ancianos se hizo con todo lo que pudo, “de un modo selectivo, como si hubiera ido de compras.

El primer grupo de saqueadores sabía dónde estaban los manuscritos más importantes y se apresuró a tomarlos. Otros saqueadores, hambrientos y resentidos con el régimen depuesto, llegaron después y provocaron el desastre posterior. La muchedumbre corría por todos los lados con los libros más valiosos. [....] Los saqueos se repitieron una semana más tarde y, sin mediar palabra, un grupo llegó en autobuses de color azul, el 13, y alentado por la pasividad de los militares roció con algun combustible los anaqueles y les prendió fuego. Es obvio que se hicieron también piras con libros para encenderlos. [...] En el tercer piso, donde estaban los archivos microfilmados, no quedó nada. El calor fue tan intenso que dañó el suelo de mármol [...] En el mismo ataque fue destruido el Archivo Nacional de Iraq: despararecieron 10 millones de documentos, incluso algunos del periodo otomano, como los registros y decretos. [...] Concluido el desastroso pillaje, no había literalmente nada que hacer. El secretario de Defensa de Estados Unidos comentó que ‘la gente es libre de cometer fechorías y eso no se puede impedir’. El anterior director de la biblioteca se lamentó con nostalgia: ‘No recuerdo semejante barbaridad desde los tiempos de los mongoles’”.

El balance es aterrador pues se quemó un millón de libros, a pesar de que se salvaron numerosos volúmenes al trasladarlos a lugares secretos, pero desaparecieron para siempre ediciones antiguas de Las mil y una noches, los tratados matemáticos de Omar Khayyam, los tratados filosóficos de Avicena (en particular su canon), Averroes, Al Kindi y Al Farabi, lascartas del Sharif Husayn de La Meca... “En las calles –explica Báez– pueden conseguirse volúmenes de la Biblioteca Nacional a precios irrisorios. Los viernes, en la feria de la calle Al-Mutanabbi, estas obras salen a la venta”.