viernes, agosto 26, 2005

El Libro Vaquero, o, The Cowboy book









Una Biblioteca de Estados Unidos cancela cuatro revistas mexicanas

Associated Press
DENVER, Colorado, EEUU - La Biblioteca Pública de Denver ha cancelado su suscripción a cuatro historietas en español publicadas en México, después de recibir quejas de que éstas contenían ilustraciones sexualmente explícitas.

El bibliotecario municipal Rick Ashton ordenó este mes el retiro de 6.569 historietas, mientras su contenido es revisado. Algunas de ellas mostraban a mujeres perseguidas por hombres armados, y también tenían cuentos ilustrados de Jack London y Edgar Allan Poe.
"Tenemos millones de artículos en nuestra colección, y nuestro trabajo es lograr un balance y servir a una comunidad diversa", dijo el martes la portavoz de la biblioteca, Diane Schieman-Christman.

Agregó que cuatro series de historietas habían sido canceladas y seguirían suscribiéndose a otras 10, aunque funcionarios de la biblioteca dijeron que no pedirán publicaciones similares en otros idiomas a menos que alguien las pida.

"Eso lo hace ver como si estuvieran discriminando a la parte relacionada al idioma español, no el contenido", dijo Estevan Flores, director ejecutivo del Latino/a Research & Policy Center. "Siempre y cuando lo tengan en la sección de adultos, no veo cual es el problema". La biblioteca ha sido criticada por el congresista Tom Tancredo, republicano de Colorado, por usar fondos públicos para servir a la población hispanohablante, que según el legislador incluye indocumentados. Las series canceladas son "El Libro Vaquero", "Frontera Violenta", "La Novela Policiaca" y "El Libro Policiaco". Las historietas han sido parte de la colección bibliotecaria desde hace 15 años.
Hace algunos años, cuando me encontraba estudiando la Carrera de Bibliotecología, se nos decía que este tipo de literatura era algo así como nociva, maligna, indigna de ser incluida en las listas de adquisiciones dentro de cualquier biblioteca, inclusive en una Biblioteca Pública. Debido a su contenido no eran consideradas como algo que el pueblo mexicano fuera digno de recibir y era considerada por la mayoría de mis profesores como "literatura basura". Sin embargo representan una fuente de lectura muy importante en México, y sobretodo un gran impulso de las casas editoras que las publican, y que le dan trabajo a mucha gente. Forman parte de nuestra gran cultura mexicana, aunque a algunos no les guste y hasta me consta que algunas personas que no sabían leer han aprendido mediante la lectura del Libro Vaquero.
Jamás imaginé que la Biblioteca Pública de Denver tuviera este tipo de ejemplares dentro de su acervo. ¿Quién tiene el derecho de decidir sobre lo que leen los usuarios de dicha biblioteca? y sobretodo que desde hace 15 años recibían estas publicaciones, yo creo que aquí el asunto de fondo es el ataque contra los trabajadores mexicanos ilegales. A lo mejor, estas "revistas" representan una literatura muy pobre, pero creo que es lo que los acerca un poco más a su tierra de donde fueron expulsados por la enorme crisis económica que vivimos por acá.

martes, agosto 16, 2005

Dictionary of American Ethnography


En la primera década del siglo XX, un antropólogo neófito estaba coleccionando relatos de antiguas tradiciones entre los pobladores nativos del suroeste del continente americano. Su objetivo era dejar constancia escrita de una serie de tradiciones, casi exclusivamente orales, antes de que se desvanecieran en el olvido de forma definitiva. Los nativos americanos más jóvenes habían perdido buena parte de su vinculación con su herencia cultural, de ahí que el antropólogo en cuestión concentrara su interés en los miembros más ancianos de la tribu. Cierto día se encontraba sentado a la entrada de una cabaña en compañía de un informador muy avispado y dispuesto aprestar su colaboración a pesar de lo avanzado de su edad.

- Hábleme sobre las ceremonias con que sus antepasados celebraban el nacimiento de un niño. inquirió el antropólogo -
- Un momento, por favor - respondió el informador
El viejo indio se adentró con parsimonia en las oscuras profundidades la cabaña. Tras un intervalo de un cuarto de hora reapareció con una descripción notablemente útil y detallada de los ceremoniales postpartum, incluyendo rituales relacionados con la ruptura de aguas, el nacimiento en sí, el seccionamiento del cordón umbilical, el primer llanto y la primera inspiración fuera ya del claustro materno.
Estimulado por el interesante relato y tomando febriles notas del mismo, el antropólogo fue siguiendo sistemáticamente la lista completa de ritos que jalonaban la vida de todo nativo, pasando por toda la pubertad, el matrimonio, el parto y la muerte. Ante cada nuevo tema, el informador desaparecía durante unos minutos para volver a salir de su tienda un cuarto de hora después con un amplísimo conjunto de datos y respuestas. El antropólogo estaba asombrado.
“Quizá –pensaba- habrá dentro alguien de más edad, tal vez enfermo y postrado en cama, a quien consulte.” -
Cuando no pudo resistir por más tiempo la tentación y reunió el suficiente coraje para hacerlo, le preguntó a su informador qué hacía dentro de la cabaña cada vez que entraba. El viejo sonrió, se retiró al interior de la tienda una vez más y al cabo de unos instantes regresó llevando consigo un manoseado volumen del Dictionary of American Ethnography, que había compilado un grupo de antropólogos la década anterior. El anciano indio debió pensar, el pobre hombre blanco está ansioso por saber, es bienintencionado e ignora muchas cosas. No debe tener una copia de este maravilloso libro que registra todas las tradiciones de mi pueblo. Le contaré cuanto ahí dice.[1]
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[1] Sagan, Carl, 1934-1996. El cerebro de Broca : reflexiones sobre el apasionante mundo de la ciencia. -- Barcelona : Crítica, 2004. -- 334 p. -- (Biblioteca de bolsillo ; 10)

lunes, agosto 15, 2005

El Colofón



En la práctica, el Colofón nos ha salvado en muchas ocasiones cuando catalogamos, pero de entre las cosas curiosas que uno se encuentra hoy en día, está este colofón muy simpático el cual con gusto les muestro:

En este libro se han utilizado
(en números redondos)
1800 comas,
100 signos de punto y coma,
550 signos de dos puntos,
360 paréntesis de apertura y otros tantos de cierre,
16 rayas de inicio de diálogo y 250 de otros tipos,
600 puntos y seguido y 20 de abreviatura,
350 puntos y aparte,
200 puntos suspensivos de diversa extensión,
140 cierres de interrogación,
130 cierres de exclamación,
y en ambos casos algunas aperturas menos
(por los usos autónomos y los ejemplos extranjeros),
230 comillas latinas de apertura
y alguna más de cierre (por las comillas de seguir),
30 comillas dobles de apertura y otras tantas de cierre,
50 comillas simples de apertura y otras tantas de cierre,
800 guiones,
15 apóstrofos,
15 asteriscos,
35 barras,
80 corchetes de apertura y otros tantos de cierre,
13 bolos, boliches o topos,
180 citas literales sangradas,
80 espacios en blanco en interior de capítulo,
30000 espacios entre signos,
y un punto final.
En total 150000 carateres,
entre letras, números
y signos de puntuación.
Todos ellos
(menos los espacios en blanco)
se acabaron de imprimir en Barcelona,
el día 18 de febrero de 2005
festividad de santa Bernardita
Este colofón aparece en el libro de José Antonio Millán titulado Perdón imposible : guía para una puntuación más rica y consciente. Publicado en el 2005 en México por Océano, en España por RBA y en Argentina por Editorial del Nuevo Extremo. Es un libro que vale la pena que le den una ojeada.
Ojo!!! profesores de español, es un libro que deberían incluir en sus cursos se los recomiendo.

martes, agosto 09, 2005

¿Cuántos? … demasiados












Hay ocasiones en que los títulos nos juegan malas pasadas. Gabriel Zaid regala a nuestros ojos un libro que habla de Los Demasiados Libros Al finalizar su prólogo, el autor, tras hacer un somero repaso de lo que llama la "grafomanía universal", concluye: “Tratando de entender la cuestión central, de buscar soluciones, de refutar convencionalismos, mi propia grafomanía me ha puesto en contradicción: añadir uno más a los demasiados libros”

La cosa no tendría más importancia si este libro ,el cual que quedó como finalista del oso Premio Anagrama de Ensayo 1996, según la apreciación de un jurado, compuesto por "Salvador Clotas, Román Gubern, Xavier Rubert de Ventós, Fernando Savater, y Jorge Herralde", no hubiera sido publicado ya, en casi su integridad, en 1982 por la editorial Taurus.

Desconozco las bases del Premio Anagrama de Ensayo, pero suelen ser propias de este tipo de certámenes la presentación de originales inéditos. En el caso de no ser así, debería avisarse a los lectores de forma suficientemente clara. La editorial Taurus publicó en 1982 la obra de Gabriel Zaid La feria del progreso, cuya sección III lleva por título "Los demasiados libros". Podría tratarse de fijación con un título por parte del autor, por una especie de pereza denominativa quizá. Sin embargo no es este el caso. Dicha sección III está integrada por los siguientes capítulos:

La superación tecnológica del libro
Interrogantes sobre la difusión del libro
La oferta y la demanda de poesía
Los demasiados libros
Cilicio para autores masoquistas
Quejarse de Babel

Cuando miramos el índice de la obra-fénix nos encontramos con los siguientes capítulos:
Al lector impenitente
Los demasiados libros
Quejarse de Babel
Los libros y la conversación
Cultura y comercio
Interrogantes sobre la difusión del libro
La superación tecnológica del libro
El costo de leer

La oferta y la demanda de la poesía
Cilicio para autores masoquistas
¿Adivinos o libreros?
Precio y tiraje óptimo de libros

Si descontamos el prólogo de la obra (Al lector impenitente), 1 página escasa, resulta que de los 11 "capítulos" restantes, 6 habían sido publicados hace ya catorce años. Esto es una forma convencional de contar, dado que lo que hemos llamado "capítulos" son en realidad artículos, con toda probabilidad (se hace mención a este género periodístico en algunos de ellos), publicados con anterioridad, es decir, anteriores a 1982. Demasiados ensayos para un ensayo, podríamos decir.

Sin embargo, la cosa no termina ahí y nos muestra un divertido ejemplo de lo que podríamos llamar "intertextualidad recurrente aguda". La contraportada del libro de Anagrama señala: "Una selección de sus ensayos, en La feria del progreso (Taurus, Madrid, 1982). El Colegio Nacional prepara en México la compilación de sus obras, en cinco volúmenes". Esto nos dice, al menos, que la editorial tenía conocimiento del título de Taurus. Más divertida, tras lo visto, resulta la segunda parte, en la que se nos avisa de la próxima edición de la obra completa del autor. Pregunta: ¿cuántas veces deberán ser incluidos los textos?

Pero esto no acaba así. Si miramos la contraportada de La feria del progreso, se nos dice: "Entre su obra crítica -llena de inteligencia, humor y sensibilidad- destacan: La máquina de cantar, Cómo leer en bicicleta y El progreso improductivo. La sorpresa del lector, en 1982, debió ser grande al comprobar que esas obras que se citan como otra producción, como otros títulos son, en realidad, ¡partes de la misma obra que tiene en sus manos! No me atrevo a intentar comprobar si también fueron publicadas anteriormente, en cuyo caso nos mostraría a un autor capaz de reciclar su producción en todos los formatos posibles (artículo periodístico, selección de artículos, selección de la selección, parte de la selección, etc.)

¿Cómo debemos considerar esto: como una "broma-a-lo-Queneau"; como un ejemplo de constancia por parte del autor; como un ejemplo de despistes editoriales; como la demostración de que se pueden tener muchos libros publicados sin necesidad de escribir demasiadas cosas; como un abuso de la buena fe de un jurado? No sabríamos responder.

Una cosa es cierta; nunca un título fue mejor escogido que éste: Los demasiados libros. La disculpa retórica del autor por aumentar el número de títulos existentes, cambia de figura para entrar en la ironía. Permítasenos una más. En "La máquina de cantar-primera-parte-de-La feria del progreso" (?, 1982) hay un artículo títulado "Expectación, azar y correspondencias" que comienza así: Una moneda arrojada al aire o una margarita deshojada son máquinas simples de producir respuestas al azar. Un libro abierto por donde caiga, también puede serlo (p. 27)
Digamos, simplemente, que en algunos casos el azar se reduce.

Segunda parte: el libro (1996)
Zaid analiza con inteligencia y una desbordante ironía los hábitos culturales que rodean el mundo del libro. Los artículos rebosan ingenio y muestran el conocimiento que tiene el autor del campo editorial. No es un libro para especialistas, pero los especialistas también pueden sacar buenas soluciones para los problemas que aquejan a su sector. El estilo empleado por Zaid es periodístico. Frases del tipo: “A medida que aumenta la población universitaria, no aumenta el número de los que leen, sino de los que quieren ser leídos”salpican todos los artículos. Su descripción de los móviles hacia la escritura o hacia la lectura, de la función de los libreros, de los miedos de los editores en sus decisiones, etc., suelen ser acertadas.

Zaid defiende una publicación selectiva y equilibrada en un mundo en el que el deseo de publicar es superior al deseo de leer. El deseo de publicar resulta ser el deseo absolutista de ser leído: La humanidad escribe más de lo que puede leer. Si por cada libro que se publica se quedan uno o dos inéditos, se escriben dos o tres millones de libros al año. Sin embargo, un lector de tiempo completo no puede leer más que 200 al año: uno de cada 10.000 o 15.000.¿Sería desable que la humanidad escribiera unos cuantos libros al año, para que todo el mundo los leyera? Soñamos con la atención universal: con el silencio de todos los que callan para escucharnos, de todos los que renuncian a escribir para leernos.

lunes, agosto 08, 2005

Lector impenitente


Por Javier Aranda Luna

Leer es escoger, recoger, seleccionar. Por eso el arte de la escritura comienza cuando un desconocido da peso y forma, tiempo y volumen al mundo que el escritor sólo pudo vislumbrar. Los grandes escritores saben que su magia, a final de cuentas, es menor: una chispa apenas que sólo agiganta el lector, aquel que termina de escribir el poema, la novela, el cuento, la historia. Novela, cuento, poema o historia que el lector escogió.
También leer es conversar, invocar a los muertos y a los que, vivos, nunca hemos visto. El lector, con los signos negros de una página recopila, reconoce, hace memoria, lucha contra el olvido o descubre nuevas tierras, nuevos filos de las pasiones para diseccionar sus horas que hacen días, que hacen meses, que hacen años. Quien lee invoca a los sueños, registra lo indecible, marca, señala, detiene, persigue. Porque el que lee es un perseguidor, un constante inconforme. No le basta el mundo, va en busca de otros, habita en otros y allí sufre o se carcajea, vive la angustia en una jungla que nunca ha visto. El lector nunca sabe a dónde va en los mundos que escoge e invariablemente desconoce su pasado.
Aunque la escritura es hija de la convención y la sostienen reglas, estructuras, significados, la letra, que nadie modifica siempre cambia con el tiempo, con el gran hechicero. Pero curiosamente pese al tiempo y sus transmutaciones seguimos leyendo a Homero, Shakespeare y Cervantes, a Cicerón y al autor del Génesis, al redactor del Gilgamesh, al oscuro Baudelaire o a Hugo, quien supo que sus causas eran siempre las causas perdidas, o a la monja de Nepantla, Sor Juana, a quien la siguen escogiendo nuevos lectores. Y los nuevos y los antiguos lectores de todos ellos vieron o construyeron mundos, imágenes, voces distintos en cada uno de ellos y lo siguen haciendo. En mi Sor Juana, por ejemplo, no cabe la cocina y en mi Biblia no existen las genealogías.
Pero además de los grandes misterios de la lectura existen otros más pedestres. Si no cómo explicar que ''grandes" autores de otros tiempos hoy sean polvo o motivo de curiosidad académica. Dudo que un lector medio de nuestros días conozca la obra de 50 por ciento de los Nobel de literatura. Pero sería injusto medir el mérito de un escritor por sus galardones. ¿Cuántos escritores vivos en realidad están muertos desde hace tiempo aunque blandan oros y diplomas, y cuántos desarraigados del mundo de los reconocimientos animan, como pocos, la mesa de la cultura? El mundillo literario, la feria de egos nunca será buen termómetro para medir la temperatura de un libro ideal ni será un misterio que a los hijos del coctel literario se los lleve el viento.
El poeta colombiano Juan Gustavo Cobo Borda acaba de publicar bajo el sello editorial del Fondo de Cultura Económica, Lector impenitente. Este libro es una bitácora de viaje por los mares de la literatura hispanoamericana y a la vez una carta de navegación. Comparte descubrimientos y nos propone una ruta. Porque aunque toda lectura es indivisible y de hierro, Cobo Borda sabe que la palabra escrita o leída termina por darnos una patria. Patria que fijan y modifican escritores y lectores al abrigo del tiempo. Esta tarea conjunta nunca termina. Por eso los escritores mortales cumplen su ciclo, pierden volumen, dimensión y peso, y los inmortales resucitan cada tercer día.
Sobra decir que no comparto todos sus juicios ni todos sus entusiasmos. Tampoco muchas de sus omisiones. Qué importa. Leer es conversar y la conversación de Cobo Borda en este libro anima la mesa de la cultura.
Aparecido en: La jornada mayo 11, 2005 (Cultura)

jueves, agosto 04, 2005

Un avión convertido en Biblioteca, o, de cómo Estopa se quedó sin casa



Tlatoani a Torre: Llamando a Torre de Control, el DC-9 Tlatoani pide permiso para aterrizar…
Torre a Tlatoani- Permiso concedido descienda y enfílese hacia la explanada de la Delegación Venustiano Carranza, viento en calma, buenas tardes

Un avión DC9, con más de 60 mil vuelos en su bitácora, emprendió ayer su último y más corto viaje.

El Tlatoani, como fue bautizado hace 35 años, abandonó uno de los hangares del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México sobre su tren de aterrizaje y, remolcado por una grúa llamada “Furia de Titanes”, atravesó las avenidas Fuerza Aérea Mexicana, Ignacio Zaragoza y Francisco del Paso y Troncoso, hasta llegar a la explanada de la delegación Venustiano Carranza, donde a partir del 15 de agosto funcionará como una biblioteca interactiva que incluirá un simulador de vuelo.

El aterrizaje definitivo de la aeronave, modelo McDonnell Douglas DC9-14, que estuvo en operaciones hasta 2000, reviste importancia histórica para esa demarcación. En su territorio se ubica el aeropuerto y el primer vuelo en México fue realizado en 1910 por Alberto Braniff, en lo que entonces se conocía como "los llanos de Balbuena" (en donde hoy se asientan las colonias Jardín Balbuena y Aviación Civil), apenas siete años después del protagonizado por los hermanos Wright en Estados Unidos.

Con sus 22 toneladas de peso, una altura de diez metros y 28 metros de largo, el Tlatoani tardó aproximadamente una hora y media en recorrer, sin incidentes, esa parte del nororiente del Distrito Federal, aunque se podía tardar hasta tres horas.

Sin embargo, debido a que el viaje se inició a las siete de la mañana del domingo, el paso del avión por las principales vialidades de la zona apenas fue presenciado por algunas decenas de automovilistas afectados por los cortes viales hechos a su paso, vendedores ambulantes de la calzada Ignacio Zaragoza, un grupo de maleteros y taxistas de la Terminal de Autobuses para el Oriente (Tapo). Sin alas ni cola, el DC9 fue escoltado por patrullas y motocicletas de la policía capitalina y delante de él avanzaron grúas de Luz y Fuerza del Centro, así como del Servicio de Transportes Eléctricos, cuyos trabajadores juntaban y levantaban con las manos los cables para evitar que la nave se atorara; en tanto, trabajadores de la empresa responsable del traslado aprovecharon la cobertura de la prensa para colocar una manta publicitaria sobre los costados del Tlatoani.

De los 85 pasajeros que la aeronave habitualmente transportaba en cada viaje, ayer sólo llevó un polizonte en su interior al salir de los hangares del aeropuerto: Estopa, una perrita maltés que se alojó en su cabina desde la semana pasada, cuando iniciaron los trabajos para el traslado y a la que trabajadores de la demarcación no quisieron sacar para evitar que fuera sacrificada.

El avión, según explicó la jefa delegacional, Ruth Zavaleta, fue donado hace más de un año por la entonces empresa Aerocaribe, mientras los gastos del traslado y la habilitación de la nave como biblioteca han sido costeados por donaciones, tanto de empresas privadas como instituciones públicas.

Así, por ejemplo, la Secretaría de Educación Pública proporcionará el programa Enciclomedia y mil libros, entre los que se incluye la Historia de la Aeronáutica, a la que será la biblioteca número 26 de la Delegación Venustiano Carranza, mientras que una tienda de muebles donará el equipo de cómputo (se calcula que habrá 40 computadoras) y la empresa Microsoft hará lo propio con la paquetería informática y un simulador de vuelo virtual.

A cambio de los 3 millones de pasajeros que trasladó a diferentes destinos a lo largo de su vida operativa, el Tlatoani estará listo, antes del regreso a clases, para recibir hasta 5 mil niños por día en las primeras dos semanas después de su inauguración, "aunque sólo sea para conocerlo y no se queden, aunque ya luego pensamos que serán 200 por día", según calculó la delegada. Y aunque la entrada y los servicios serán gratuitos, se pedirá a los usuarios que, de manera voluntaria y simbólica, aporten un peso para el mantenimiento del avión y por cada peso donado se buscará que empresas privadas proporcionen dos.

El avión, al que este día se le restituirán las alas y la cola, sólo cambia de funciones y pasajeros, pero el nombre con el que viajó durante tres décadas podrá conservarlo sólo si así lo deciden los habitantes de la Colonia Jardín Balbuena.

martes, agosto 02, 2005

Cuestiones sobre la lectura


Por Vilma Fuentes


Uno de los ejercicios más duros y agradables es, sin duda, el de la lectura. ¿Qué se busca en ella, por qué se lee? Las respuestas son tan variadas como los lectores: hay quien busca simplemente distraerse, quien espera encontrar una idea, otros la utilizan para sumirse en una realidad distinta y tratar de olvidar la suya, algunos porque desean ayudarse a reflexionar, algunos otros, quizá los menos, en busca de un diálogo con el autor, muchas veces muerto siglos atrás.

Este es el caso, en general, de los escritores o de las personas que pretenden escribir. Entre éstos existe también todo género de lecturas: los que leen con el deseo de continuar una reflexión comenzada en otros tiempos y por otros hombres, en otros lugares. Quienes se dejan envolver por el encanto de la narración y emprenden un viaje que vuelven suyo, prosiguiéndolo con su propia escritura. Pero también algunos, en ocasiones admirativos del enigma de la escritura, que leen buscando temas, relatos que repiten, copian, sin conseguir darles un nuevo giro, responder al diálogo propuesto por la lectura.

He conocido algunos cuantos auténticos escritores y siempre me han fascinado sus tan distintas formas de aproximarse a un libro. Observar sus lecturas ha sido y es un aprendizaje.
Cuando he visto, por ejemplo, a escritores como Salvador Elizondo en México o a Jacques Bellefroid en Francia abrir un libro, me percato de que cada uno, a su manera, busca desarmar el mecanismo de la escritura que lee, semejante a un niño que desarma un reloj para observar qué tiene adentro, cómo funciona el mecanismo del diminuto instrumental y, quizás, eso lo lleve a preguntarse qué relación hay entre el movimiento de las manecillas que señalan la hora y el tiempo que parece alargarse o acortarse a su antojo.

Leer es un acto que obliga a pensar. Acto peligroso del que tenemos distintos ejemplos, sea en el contenido del libro, sea por las consecuencias y riesgos de su lectura. En este sentido, el ejercicio de la crítica literaria es fundamental para un escritor: preguntarse por qué lee, por qué pretende escribir, por qué acepta vivir en la soledad y el silencio que requiere la lectura si se aspira a escuchar las voces que brotan de un libro.

¿No es, probablemente, uno de los temas principales del Quijote la crítica literaria y de la lectura? Esta última es peligrosa al extremo de llevar, como todo mundo sabe, a un noble hidalgo de un lugar de la Mancha, lector empedernido de novelas de caballería, a la locura de querer vivir las aventuras de un caballero errante: don Quijote de la Mancha. A través de este personaje, inventado por la pérdida de razón causada por la lectura, Cervantes lleva a cabo una crítica despiadada de los libros de la época, pero no sin un humor cruel que provoca la carcajada y la reflexión a la vez.

Alrededor de tres siglos después, otro escritor, Marcel Proust, realizará una obra crítica del acto de la lectura y de la escritura en su Contre Saint Beuve, así como mediante su monumental obra narrativa: En busca del tiempo perdido. En Proust, como en otros escritores de lengua francesa, el pensamiento filosófico, a diferencia del de los filósofos alemanes, pasa por la narrativa. De ahí los distintos niveles de lectura que se pueden hacer de este autor.

Su obra, cuyo público se extiende cada vez más, ha dado lugar tanto a magníficas reflexiones como a seguidores, imitadores y verdaderos fanáticos. Pero también a una multitud de lecturas equivocadas de su obra, creo yo. Lecturas quizá superficiales, poco atentas, que confunden la reflexión proustiana del tiempo con la simple añoranza de la propia infancia.

Si la escritura puede ser criminal, la lectura puede ser enloquecedora, suicida. Es por ello que, antes de abrir un libro, deba pensarse en los riesgos y peligros a los que uno se expone. He visto imitadores de Proust caer en locuras diferentes: quienes narran, durante libros y libros, sus vidas anodinas en primera persona del singular sintiéndose grandes y serios hombres o mujeres de letras, pero también aquéllos que prefieren sentirse y vivir como personajes proustianos en la actualidad. Igual daba lanzarse a las aventuras de un caballero errante a la manera de don Quijote.