martes, julio 19, 2005

Vacaciones


Bueno creo que ahora solo voy a salir un poco del web, para irme de vacaciones. Batichica regresará el 25 de julio HASTA ENTONCES!!!!

lunes, julio 18, 2005

La patria en la biblioteca


Por Kurt Vonnegut

He visto, como probablemente la mayoría de ustedes, Faherenheit 9/11, de Michael Moore. El título es una parodia de la gran novela de ciencia ficción de Ray Bradbury, Fahrenheit 451. Esa temperatura, los 451 grados Fahrenheit es, incidentalmente, el punto de combustión del papel, material del que están hechos los libros. El héroe de la novela de Bradbury es un empleado municipal cuyo trabajo es incinerar libros.
Y con respecto a la quema de libros: quiero felicitar a los bibliotecarios, que no son famosos por su fuerza física, ni sus poderosas conexiones políticas ni su riqueza, y son quienes, en todo el país, vienen resistiendo heroicamente a los matones antidemocráticos que intentan hacer desaparecer ciertos libros de sus estantes, y que se han resistido a revelar a la policía del pensamiento los nombres de las personas que sacaron esos títulos. Por lo tanto, la Norteamérica que yo amaba todavía existe, si bien no en la Casa Blanca ni en la Suprema Corte ni en el Senado ni en el Congreso ni en los medios.
La Norteamérica que amo todavía existe en las mesas de entrada de nuestras bibliotecas públicas. Nuestras fuentes diarias de noticias –los diarios y la televisión– están actualmente tan poco atentas, tan poco informativas, que sólo en los libros podemos averiguar qué es lo que está pasando en realidad. Voy a citar un ejemplo: House of Bush, House of Saud el libro de Craig Unger publicado al comienzo de este humillante y vergonzoso año bañado en sangre.
En caso de que no se hayan dado cuenta, y como resultado de un desvergonzado fraude electoral en Florida, donde a miles de afroamericanos les fue quitada su franquicia de norteamericanos, ahora nos presentamos ante el resto del mundo como orgullosos e impiadosos amantes de la guerra, con un arsenal apabullante y sin rival.
En caso de que no se hayan dado cuenta, ahora somos casi tan temidos y odiados como lo fueron los nazis.
Y con razón.
En caso de que no se hayan dado cuenta, nuestros representantes no electos han deshumanizado a millones y millones de seres humanos por su religión y su raza. Los herimos y los matamos y los torturamos y los encarcelamos todo lo que quisimos.Fácil.
En caso de que no se hayan dado cuenta, también deshumanizamos a nuestros soldados, no por su religión o raza sino por lo bajo de su clase social. Mandémoslos a cualquier parte. Hagámoslos hacer cualquier cosa. Fácil.Entonces soy un hombre sin país, excepto por los bibliotecarios.

Antes de que atacáramos Irak, el majestuoso New York Times garantizó que existían armas de destrucción masiva. Hacia el final de sus vidas, Albert Einstein y Mark Twain perdieron toda esperanza en la raza humana, aunque Twain no había visto la Primera Guerra Mundial. Hoy, la guerra es una forma de entretenimiento televisivo. Y lo que hizo tan entretenida a la Segunda Guerra fueron dos inventos norteamericanos: el alambre de púa y la ametralladora. La “metralla” (Shrapnel) fue inventada por un inglés con ese nombre. ¿No les gustaría que hubiera algo bautizado con sus nombres?Como mis distinguidos mayores Einstein y Twain, ahora soy yo el tentado por la desesperanza. Y, como algunos de ustedes saben, no es la primera vez que me rindo ante una despiadada maquinaria bélica.

¿Mis últimas palabras? “La vida no es modo de tratar a un animal, ni siquiera a un ratón”.El napalm salió de Harvard. ¡Veritas!
¿Nuestro presidente es cristiano? Adolf Hitler también lo era. ¿Qué se les puede decir a nuestros jóvenes, ahora que personalidades psicopáticas, personas sin conciencia, sin un sentido de la piedad y la vergüenza, han saqueado todo el dinero de nuestro gobierno y nuestras corporaciones y lo han hecho propio?

Lectura prohibida I


En la lectura debe cuidarse de dos cosas: escoger bien los libros y leerlos bien.
Balmes
Según Fernando M. Navarro, existen lecturas que no deben de ser realizadas, a través de una selección que consta de doce títulos enlista y describe de una forma muy particular a cada una y la razón que le lleva a decir…

LOS LIBROS QUE NO DEBES LEER
por Fernando M. Navarro

Abres la primera página. Algo indescriptible, quizá un murmullo, o tal vez la risa amable de un espíritu, se apodera de ti. Puedes sentir una punzada, leve como la lluvia que cae sobre los quemados, pero tan certera que te cuesta trabajo volver a llamar a las cosas por su nombre. Las palabras se han apoderado de ti, y ahora no podrás sino morar entre su reino. La tinta con que se escriben ciertas obras es de un color tan parecido al de las lágrimas que leerlas es un sacrificio por el que decidió contarte esas historias tan bellas y esos sueños tan cercanos. Pesadilla o estigma, el caso es que hay obras que escuecen, pican y te chillan hasta que los párpados, derrotados, deciden apagarse, extinguirse, diluirse en el licor de nuestras lágrimas. Esta es la lista de los libros que no debes leer.

Mordisco Primero: Las Flores del Mal. Charles Baudelaire
Un hombre atormentado que concibió el nacimiento de la poesía moderna con esta sola obra, como un sumo sacerdote ordenándose Mesías de una nueva y deslumbrante religión. El amigo de las putas parisinas y toda su belleza, preparó estas flores malsanas que dedicó a su maestro Théophile Gauitier y que constituyen el más desgarrado canto que se ha hecho nunca a la vida impía. Baudelaire se nos descubre como un paseante de las calles, observador de las sombras (en ellas nacen y mueren los pecados y los miedos) discreto y callado, como el filo de una navaja penetrando en una piel joven, el poeta asume su condición de vouyeur y describe un mundo decadente, poblado de belleza y perversión, de drogas y malignos aromas. Como una pieza de mármol que, bañada por el vino, va perdiendo parte de su blancura hasta convertirse en una bella cicatriz.

Mordisco segundo: La Metamorfosis. Franz Kafka
Las miserias de un pobre hombre que de la noche a la mañana se convierte en insecto, sirvió al inmortal autor de esta obra para hablar de la asfixiante condición de un ser humano atrapado en la viscosa coraza de la vida, la burocracia, las relaciones sociales y el propio corazón. Cuando Gregorio Samsa (el protagonista de la novela) se levanta convertido en horrible bichejo, lo que hace es enseñar nuestra alma y empezar, poco a poco, a destrozarla delante de la familia y los pesados jefes del rutinario trabajo. Kafka, más lúcido que nunca (mucho más que en El Proceso, quizá por la breve longitud de la obra que me ocupa) deja seriamente mermadas nuestras conciencias cada vez que acudimos (yo lo hago con mucha asiduidad, para no olvidar a que género pertenezco) con la cabeza agachada, a esta obra y no podemos evitar preguntarnos: ¿No me pasó esto a mí el otro día?

Mordisco Tercero: Cosecha Roja. Dashiell Hammett
Mientras vas llegando a Personville (la peligrosa ciudad donde transcurre la acción), tus miembros van cobrando una tonalidad muy, muy negra. Notas un crujido en el pecho, aunque no le das mucha importancia, ya te ha pasado otras veces. Si, suele pasar cuando llegas al Infierno sin ni siquiera descender. Hammett nos enseña, con la parsimonia con que devora el buitre a su pieza viva, los entresijos de una ciudad corrupta, llena de auténticos hijos de puta, dispuestos a matarte por ganarse algunos dólares. Eficaz como un balazo en el pecho, la novela negra más negra que jamás se ha escrito (Chandler nunca alcanzó tanta oscuridad, era un sentimental) es un puzzle, un laberinto plagado de curiosos personajes. Una joya que ha servido de inspiración para que el nuevo genio del género negro (el maldito James Ellroy) rasgue más aún en nuestras uñas.

Mordisco Cuarto: Crash. James G. Ballard
Es difícil, realmente complicado, encontrar belleza en los entresijos de un automóvil destrozado. Hallar armonía en el caótico amasijo de hierros, sangre y retazos de vida en que se convierte un coche después de un accidente. Aún así este autor, toda una institución para los lectores más voraces de ciencia-ficción, consigue que no sólo percibamos cierto aire de perfección en los rasguños brutales y el volante aplastado de nuestro Mercedes, sino que nos horroricemos de que nuestros amigos no lo vean así. Planteada como un delirio sobre la pérdida de afectividad (magnífico el prólogo del autor) esta novela es una pieza finísima, erótica y morbosa, peligrosa y muy, muy afilada, que sólo se disfrutará si se es capaz de augurar la nueva era. Una nueva era donde el placer alcanzará extremos insospechados y nosotros seremos tan sólo figuritas de un juego muy extraño.

Mordisco Quinto: Del sentimiento trágico de la vida. Miguel de Unamuno
Un hombre está abrazado a aquella cruz. En lo más alto del campanario, algunos de los abades intentan gritarle para que se baje. Podría hacerse daño. Los mira y sonríe con lágrimas en los ojos. Intenta, desde aquel símbolo, en lo más alto de la catedral, escuchar el alarido de Dios. Sabe que grita mucho, pero cuesta mucho trabajo oírle. Unamuno es ese hombre. Atado a su razón, pero desangrándose en voz baja por la religión, esta obra (Dios mío, que título) es uno de los manifiestos más rotundos y desoladores sobre la soledad del hombre y su llaga, la más pequeña, pero también la que más escuece, la de saber que él que nos hizo a su imagen y semejanza, ha decidido no mirar atrás y abandonar lo creado. Quizá si pensamos un poco, todos nosotros haríamos lo mismo. Entonces entenderemos mejor lo que tanto mal hace en nosotros, el silencio del Altísimo.

Mordisco sexto: Lolita. Vladimir Nabokov
Un pobre viejo(en realidad no tiene más de cuarenta años) que se muere por una chiquilla (una nínfula) es la excusa que utiliza el inteligente novelista Vladimir Nabokov para escribir una de las obras más dramáticas, irónicas, precisas y maliciosas de toda la historia de la literatura. Con una pluma insensata y traviesa, la prosa de Nabokov nos conduce al viaje de estos dos amantes imposibles y desquiciados por una Norteamérica perversa y nocturna, llena de espacios en blanco sobre los que detener un momento el coche y observar, lentamente, como los dólares y los refrescos, están diluyéndose y perdiéndose, dejando tras de sí, a un hombre ardiendo mientras baila con una niña, que grita mientras ríe sus pantomimas y que muere mientras saborea sus labios. La historia de amor y de sexo más decadente y trágica que ha visto este siglo.

Mordisco séptimo: Narraciones Extraordinarias. Edgar Allan Poe
Una visita a las ruinas de nuestras pesadillas, aquellas que creemos olvidar cuando somos niños, que desechamos cuando dormimos acompañados y que regresan a nosotros cuando regresa la razón. El bostoniano, compuso una ración de belleza y terror a parte iguales. Sus seres, hombres ahogados en vino o familias perseguidas por la divina condena, sus ruidos, chillidos largos y ruidosos, sus ojos, púrpuras, como la sangre más oscura, como el amor más real. Una serie de cuentos que abarcan el humor más negro (Los asesinatos de la rue Morgue), el lirismo más desgarrado (El hundimiento de la casa Usher), la obra simbólica y malintencionada (La máscara de la muerte roja) o el simple terror (El gato negro o El caso de M. Valdemar). Las perlas de nuestro miedo escritas en alguna pared o susurradas con lentitud entre unas cortinas.

Mordisco octavo: En busca del tiempo perdido. Marcel Proust.
La extensísima novela (son siete novelas que constituyen una sola obra compacta) en la que un hombre enfermizo, discreto, tímido y feo, profundamente feo, nos enseñó a mirar a las agujas del reloj como si de dos implacables verdugos se tratara. Proust, nos habla de sí mismo, pero también nos habla del dolor, de la pérdida, de los recuerdos, de todas esas piezas que un día amamos y que, poco a poco, al ritmo al que cae la nieve sobre la tumba de los que más quisimos, se llenan de polvo y se asientan y se pierde el olor y olvidas sus nombres y no sabes si tienes que gritar más alto para que te recuerden. Este hombre, con una narrativa exhaustiva y detallista, aprendió a tejer las telarañas sobre las telarañas que cubren lo que nos perteneció y con ellas devolvernos, durante un breve instante, lúcido y genial, pero un instante al fin y al cabo, lo que perdimos en las curvas arriesgadas del camino.

Mordisco Noveno: El dulce porvenir. Russell Banks
Este semidesconocido autor se está abriendo poco a poco una brecha a base de ir recopilando novelas sobre el dolor. Esta es, junto a su otra obra clave Aflicción, uno de esos libros donde las lágrimas se nos escapan con el sonido de las hojas al pasar. Uno de esos libros que alguien, por motivos desconocidos, más que escribir, araña y donde cada una de las palabras está escrita pensando en el daño emocional que puede causar sobre el lector, que, aturdido, duda de si se llega, con tanto dolor, a algún sitio. La premisa es preciosa, un bello pueblecito nevado, se queda sin niños tras un dramático accidente del autobús escolar. Un abogado llega para sacar algo de dinero de todo esto. Lo dicho, demoledor.

Mordisco décimo: Poeta en Nueva York. Federico García Lorca
Las miserias que sufre un poeta ante los demonios que habitan en la Gran Manzana (Podrida) son sin duda el testimonio más escalofriante sobre lo que puede sentir un corazón sensible (uno de los más sensibles de todo el siglo XX) ante el caos y la desesperación que reinan en las grandes ciudades. Un retrato que escuece más por su delirio y su locura que por su rudeza. Una obra que es casi una pincelada de ácido, una mano que sobresale del río y que puede pertenecer a un mendigo, a un hombre rico o a los espíritus que el sistema del país de las oportunidades devora cada vez que tiene ocasión. La visita del genio de Granada a Nueva York, se saldó con la oda más nefasta que jamás se haya escrito a una ciudad. Una invitación a no acudir a uno de los rincones más visitados del planeta.

Mordisco certero: Bajo el volcán. Malcolm Lowry
Durante el día de los muertos, que en México se celebra por todo lo alto, como una fiesta alegre, llena de luces (unas luces verdosas y pegajosas, pero luces) y caramelos, en Cuernavaca un hombre empieza a morir. Consumido por el alcohol, el cónsul, (o lo que es lo mismo, el propio autor) acude bien vestido y perfumado al infierno bajo el durísimo sol americano. Novela horrible y angustiosa, la pluma de Lowry, se descubrió como la más sucia, la más desgarrada al describir esta historia con una visceralidad y una desesperación que la convirtió en la obra más dura de toda una época. Lowry nos arrancó la piel una vez y se quedó (poco tiempo) para vernos gritar intentando que Dios o quien demonios fuera tuviera piedad de nosotros y nos permitiera morir rápidamente en aquel desierto y aquella montaña.

Mordisco de gracia: Berlín. Lou Reed
Grabado en 1974, Berlín es el disco más dramático que jamás se haya grabado, una pieza durísima y maldita. El libreto del Lp, contiene la historia más triste y sincera que se ha escrito nunca para una obra de rock. El itinerario de dos pobres drogadictos en la ciudad del muro, desde que se conocen hasta que ella decide cortarse las venas, pasa por ser un ejemplo más de los bellos textos que la cultura del rock puede aportar a la literatura. La garganta de Reed canta todas y cada una de las canciones con una desidia, una falta de pasión, que acentúa la sensación de que las drogas no te permiten ver que eso rojo es la sangre de tu mujer derramándose entre las sábanas donde empezasteis toda la historia. Como el corte frío y seco del cristal sobre tu frente, (justo donde se escriben las profecías sobre tu caída y la muerte de tus hijos, muy lejos de donde los concebiste) Berlín es más que un disco, es un arañazo recubierto de sal y vinagre que te invita, amablemente, a otro (siempre el penúltimo) mal viaje. Y a mí me sirve para abandonarte al vacío pidiéndote que por favor no te hagas con estas obras. No te hacen falta.

…a ver ¿tu que opinas?

martes, julio 12, 2005

Tabaco y letras

Los oyentes y los lectores, escuchan o leen no para saber vuestra opinión, sino para sentir la repetición de la propia.

Savage-Landor


En las fábricas donde el tabaco cubano adquiere su forma definitiva muchas manos tuercen la aromática hoja acompañadas por el rítmico sonido de la voz del lector de tabaquería, que lee las noticias del periódico o una novela y para que lleguen a manos de los fumadores, los puros tienen que experimentar todo un proceso que va desde el campo hasta la comercialización. Es en la fábrica donde el puro cubano adquiere su forma definitiva, allí decenas de manos tuercen la aromática hoja que como el son, el ron y el azúcar identifica a Cuba.

La lectura colectiva en los talleres de tabaquería cubanos es una actividad que floreció magníficamente y tuvo consecuencias como la difusión de conocimientos entre otros logros. La historia comienza en el año de 1839 fecha en la que llegó a Cuba el viajero español Jacinto de Salas y Quiroga el visitante narra el recorrido por la isla y la impresión que le causaron unos cafetales en la región de Artemisa o San Marcos. Salas y Quiroga notó y lamentó el estado de completa ignorancia en que se mantenía a los esclavos. Al describir con gran detalle una de las operaciones últimas del café, el escogido, aporta una imagen de la habitación, larga, estrecha, cerrada con hermosos cristales y bastante elevada.

Estaba amueblada con una espaciosa mesa, alrededor de la cual los esclavos escogían y separaban las diferentes clases de grano. Le llamó la atención, a su entrada, el profundo silencio que allí reinaba. Cerca de ochenta personas, entre mujeres y hombres, ocupados en aquella monótona tarea. La escena le inspiró la idea de que nada sería más fácil y provechoso que emplear aquellas horas en ventaja de la educación moral de aquellos infelices seres. El mismo que sin cesar los vigila podría leer en voz alta algún libro compuesto al efecto, y al mismo tiempo que templase el fastidio de aquellos obreros, les instruiría de alguna cosa que aliviase su miseria.

Es interesante conocer un poco el panorama. Hacia 1860, la industria tabaquera cubana introducía mejoras en la elaboración y selección de materia prima y, con sus excelentes productos, empezaba a adquirir importancia internacional. Entre los artesanos especializados comenzaban a difundirse ideas sobre asociaciones, y la idea de implantar la lectura vino promovida activamente por una importante figura: Saturnino Martínez. Este tabaquero, nacido en Asturias, había llegado muy joven a Cuba, y adoptado el oficio de torcedor; residía en Guanabacoa. Era poeta y aficionado a la literatura, había logrado el nombramiento de base en la Biblioteca Pública de la Sociedad Económica de Amigos del País, donde de noche trabajaba, leía y estudiaba ávidamente, mientras de día torcía tabacos en el taller de Partagás. Allí concibió la idea de implantar la lectura en los talleres de tabaquería, pues consideraba que esa actividad contribuiría a la unión y a elevar el nivel moral e intelectual de los tabacaleros. Era un hombre liberal de tendencia reformista, y creía que la lectura, les ofrecería la copa que endulce las horas de la vida, al par que desarrolla la inteligencia, perfecciona el corazón y suaviza las costumbres.

Posteriormente se introdujo la lectura en otras tabaquerías; Prieto en San Antonio de los Baños, Acosta, de Bejucal, La Intimidad, la Flor de Arriguanaga, La Flor de San Juan y Martínez, Cabañas. La Pilarcito, H. Upmann, Las Tres Coronas, El Moro Muza, La Meridiana, La Africana, El Rico Habano, El Taller de José Rabell. A los cinco meses había quedado implantada no sólo en las fábricas de primer orden, sino hasta en las tabaquerías de menor importancia, numerosísimas en aquella época. Ciertas tabaquerías permitieron la actividad a condición de que las obras fueran sometidas a censura; en otras, en cambio, nadie intervenía en la elección de los documentos seleccionados. Inicialmente, la lectura se llevaba a modo de turno, pero esta forma no prevaleció y, a menudo, el cargo de lector vino a ocuparlo alguna persona dotada de voz clara y pronunciación correcta. Hubo alguno, como Nicolás F. de Rosas, que, sin exigir retribución, desempeñaba ese puesto en la fábrica de Guanabacoa.


La nueva institución era objeto de gran curiosidad y no era raro ver fuera de la fábrica a algún nutrido grupo de gente que junto a las ventanas escuchaba con atención la potente voz del lector. Los visitantes la comentaban muy favorablemente. William H. Steward, secretario de Estado norteamericano, visitó el taller de Partagás el 22 de enero de 1866, impresionándole la atención de los obreros: colocados en medio del océano de individuos profundamente callados, el lector dejaba oír la eufonía de su acento, que trasmitía suavemente al corazón de los oyentes el aura evangelizadora de que está animada una de las mejores obras de Fernández y González.

Las listas y referencias a los libros leídos son reveladoras Se sabe, por ejemplo, que el primer libro leído en El Fígaro fue Las luchas del siglo y que en el taller de Partagás se leyó una Historia de la Revolución francesa, probablemente la Historia de los girondinos, de Lamartine. Eran cotizadas las novelas por entregas que planteaban problemas sentimentales unidos a cuestionamientos sociales, por ejemplo, El rey del mundo, de Fernández y González, y la famosa obra de Ayguals de Izco, María, la hija del jornalero, un clásico de la cultura libertaria. No faltaban los estudios más serios como la Economía política, de Flores Estrada, escritor liberal, miembro de las Cortes de Cádiz, declarado enemigo del absolutismo y partidario de la independencia de las colonias. Los periódicos se revisaban ávidamente. Se empezó con La Aurora, de tendencia liberal y reformista, donde se discutían las ideas económicas contemporáneas, opiniones científicas de revistas extranjeras y artículos firmados por D. Felipe Poey, ensayos sobre organización obrera y obras literarias de autores anónimos, obreros, artesanos, menestrales, que aparecían en esa prensa con arbitraria puntuación, ortografía vacilante, y gran conciencia proletaria.

Existe el testimonio directo de uno de aquellos lectores. Se trata de Ramiro de Maeztu, que vivió en Cuba entre l89l y l894. Desempeño mil oficios, entre ellos el de lector en una fábrica de cigarros de La Habana. Era un momento de su vida en que sintió simpatía por las ideas anarquistas y rememora a Kropotkin en un artículo y en el contexto de la lectura colectiva:
[...] era un príncipe verdadero, principal en todo. […] fuerte de cuerpo y de alma, valeroso, generoso, abnegado, austero, hospitalario, […] trabajó toda su vida en geografía y en historia, y consagró su mayor entusiasmo a la propaganda de su ideal anarquista. Se le metió en la cabeza desde joven que los hombres son naturalmente buenos, y que es la opresión de la autoridad, y toda autoridad se le antojó opresiva, lo que los deforma y hace malos. Es la idea que antes que Kropotkin mantuvo Rousseau; pero a mí se me figura que a Kropotkin se le debió ocurrir de propia meditación, y que era, más que idea, sentimiento, porque como Kropotkin había sido toda la vida bueno y recto, no creía que se pudiera ser de otra manera; y cada vez que se tropezó con la maldad humana, tuvo que atribuirla al maleficio de un tirano, y la tiranía la atribuyó, a su vez, a un error que condujo a los hombres a nombrar gobernantes y a aguantarlos.

Este era tema que nunca se discutía, ni aún entre sus mejores amigos, sin exaltarse y perder la cabeza. Dogma central, sobre esa piedra levantaba su iglesia. Es el supuesto que hace posible los portentos de riqueza y amor, cuya posibilidad nos descubre en La conquista del pan, que ha sido el evangelio popular del último tercio del siglo XIX. Yo lo leí en un grupo de obreros asturianos y gallegos que no sabían leer, en La Habana, hará unos veintiocho años, y luego he sabido de cortijos andaluces y extremeños y de viviendas obreras en varias capitales donde se leía hace veinte años, a la luz de candiles de aceite, con la misma efusión con que yo me había persuadido al leerlo de que bastaba «sacudirse las cadenas para verse transportado a la edad de oro en un paisaje de hadas, maravillas y sueños.

Tan importante como esta declaración, y testimonio de la apasionante relación entre el movimiento anarquista y la cultura, es la referente al recibimiento entusiasta que tuvo la obra de Ibsen entre los obreros. A propósito de ello, recuerda un sucedido en l893, mientras los obreros torcían los cigarros en un salón de atmósfera asfixiante, el cronista les leía durante cuatro horas diarias, a veces libros de propaganda social, a veces dramas, a veces novelas, a veces obras de filosofía y de divulgación científica. Generalmente, los libros que se habían de leer eran elegidos por un Comité de lectura, porque los tabaqueros, no los patronos, pagaban directamente al lector lo que querían, unos, cinco centavos; otros, un peso, al cobrar sus jornales los miércoles y sábados. Un día, apenas comenzada la lectura, observó que algunos oyentes dejaban el trabajo para escuchar mejor, y a los pocos minutos no volvió a oírse ni el chasquido de las chavetas al recortar las puntas del tabaco.

En las dos horas que duró la lectura no se oyó ni una tos, ni un crujido. Los cuatrocientos hombres que había en el salón oyeron todo el tiempo con el aliento reprimido. Era en la Habana, en pleno trópico, y el público se componía de negros, mulatos, criollos, españoles; muchos no sabían ni leer siquiera. ¿Qué obra podía emocionar tan intensamente a aquellos hombres? Hedda Gabler, el maravilloso drama de Ibsen. Durante dos horas vivieron aquellos hombres la vida de aquella mujer demasiado enérgica para soportar la respetabilidad y el aburrimiento, demasiado cobarde para aventurarse a la bohemia y a la incertidumbre.
Y para conocer la actualidad visiten:

Mi escondite en la biblioteca


Un joven estudiante sin hogar vivió siete meses dentro de una biblioteca universitaria antes de ser descubierto. Steve Stanzak, de veinte años de edad, explicó que durmió en la biblioteca principal de la Universidad de Nueva York durante siete meses porque no puede enfrentar los costos de un hospedaje. Los administradores de la institución descubrieron la treta del joven a través de Internet. El muchacho relataba sus peripecias de "homeless" en un sitio llamado Sin Hogar en Nueva York.
Según se pudo saber a través de sus propias crónicas, Stanzak se higienizaba en los baños de la biblioteca, y cada tanto, algún amigo le permitía darse una ducha en su casa. Sus ropas, libros y demás pertenencias estaban guardadas en los casilleros de la universidad."Fue un desafío interesante, al principio, y después se transformó en rutina. Se estaba volviendo bastante confortable", explicó Stanzak.
John Beckman, vocero de la New York University, informó que la casa de estudios le proveyó alojamiento gratis para el resto del semestre.

Y tu, ¿que locura has hecho dentro de una biblioteca?

domingo, julio 10, 2005

"El mundo esta malo, le duele el Asia.”

Ahora es tiempo de leer a Noam Chomsky en su artículo titulado La agenda oculta en Irak publicado en el Diario La Jornada, es un artículo muy interesante, por cierto le agradezco a Tomas Mojarro el que lo haya comentado hoy en su programa radiofónico “Domingo Seis” el cual quiero compartir con todos aquellos que muy amablemente visitan este Batiblog y desean un análisis de lo que le duele al mundo, y parafraseando a Mafalda hoy podemos decir: “El mundo está malo, le duele el Irak, Iglaterra, Estados Unidos, México, Africa, Centroamérica y también el Asia…”

viernes, julio 08, 2005

Cuando se apaga la luz de una vida, se destroza la esperanza



Dejemos libres los pensamientos, dejemos volar a la vida, todos tenemos el derecho de vivir y anhelar un futuro mejor, vivir en un mundo libre de miedos, tenemos el derecho de desear lo mejor para todos, tenemos el derecho de despertar cada mañana y trabajar en nuestros proyectos y hasta de fatigarnos de la rutina. Tenemos el derecho a disfrutar del aire, de la lluvia, de las alegrías y de las lágrimas, de los fracasos, de los exitos propios y de otros, de la risa, de la esperanza de ver crecer al hombre, a la naturaleza, de todo lo que tenemos y por supuesto el derecho a disfrutar del amor, tenemos el derecho de despertar a un nuevo día…

Vaya este sentido mensaje a Londres en estos días tan negros.

martes, julio 05, 2005

Pásele, pásele marchantita, que va a llevar para leer?



Esta es una frase muy mexicana, que solo se escucha en los mercados, que ahora se les llama “sobre ruedas” y tianguis de la Ciudad de México.
Me trae a la memoria tantos recuerdos de cuando acompañaba a mi Mamá a realizar las compras de la semana.
En esos lugares, que hasta me parecían mágicos, se escuchaban pregoneos para ofrecer tan diversos productos que van desde un kilo de huitlacoche hasta el último disco de Tiziano Ferro (claro que en versión pirata) y se me ocurrió que, de entre tantos pregones, este sería uno para ofrecer una grata lectura de algunos escritores hispanoamericanos y mexicanos, así es que los invito a visitar este sitio y…

¡¡Pásele pásele, marchantita, a ver que le gusta, aquí le ofrezco algunos cuentos para disfrutarlos en esas tardes lluviosas de verano, a por cierto, usted puede escoger- ¡pásele, de la vista nace el amor, no se quede con el antojo!