domingo, junio 26, 2005

Se buscan lectores




FBI pide listas de lectores de libros sobre Osama bin Laden





Una investigación efectuada por la American Library Association que consultó 1.500 bibliotecas públicas y 4.000 bibliotecas académicas encontró más de 200 pedidos -137 formales y 66 informales- de parte de las autoridades para saber qué leen los norteamericanos.

WASHINGTON.- El FBI está tratando de obtener de las bibliotecas públicas estadounidenses las listas de lectores que tomaron en préstamo libros juzgados peligrosos, como las biografías de Osama bin Laden, en nombre de la lucha contra el terrorismo.Una investigación efectuada por la American Library Association que consultó 1.500 bibliotecas públicas y 4.000 bibliotecas académicas encontró más de 200 pedidos -137 formales y 66 informales- de parte de las autoridades para saber qué leen los norteamericanos.Pero, puesto que sólo 500 bibliotecas públicas respondieron a los módulos distribuidos por la Asociación de Bibliotecas, los responsables de la investigación subrayan que los datos deben multiplicarse por tres.

El Congreso discute ahora la posibilidad de aumentar o no los poderes concedidos al gobierno por la Patriot Act, controvertida ley antiterrorismo que concede más poderes a los investigadores. La cámara votó la semana pasada una medida para limitar el acceso de los investigadores a las bibliotecas, uno de los puntos más cuestionados de la ley.

Días atrás se conoció un hecho ocurrido en una biblioteca de Washington donde un lector que habia tomado en préstamo un ejemplar de una biografía de bin Laden descubrió en el libro una anotación al margen que decía: "La hostilidad hacia Estados Unidos es un deber religioso y esperamos que sea recompensado por Dios".

El hombre denunció el hecho al FBI y los agentes pidieron a los empleados los nombres de las personas que tomaron en préstamo el libro a partir de 2001. Los abogados de la biblioteca rechazaron el pedido.

"Este tipo de investigación se opone a los valores de Estados Unidos", observó Joan Airoldi, responsable de las bibliotecas públicas. La pregunta es a cuántas libertades básicas estamos dispuestos a renunciar en la guerra contra el terrorismo".

En el pasado, los investigadores indagaron en registros de bibliotecas sólo en casos especiales como "Unabomber", en los años noventa, y en el caso del Asesino del Zodíaco, en Nueva York.

jueves, junio 23, 2005

¿Qué leer?



por Olegario González Cardenal
3ª de ABC, 19 de marzo de 2005

La casa del hombre se sostiene en cuatro columnas: realismo ascético de la acción, penetración perforadora del pensamiento, recogimiento actualizador de la memoria y anticipación proyectiva de la esperanza. Pero cada uno de nosotros sólo puede construir una pared de esa morada vital, encender unos fuegos, plantar unas semillas. La mayor parte de lo que necesitamos lo recibimos de los demás por la palabra viva; y, cuando ésta ya no es posible, por la lectura. ¿Qué sería de nosotros si no nos hubiera quedado escrita la palabra de los grandes filósofos y científicos, santos y poetas? Somos humanos extendiendo nuestra corta y pobre vida a la anchura y riqueza de quienes nos han precedido en la senda de la verdad y de la misericordia, del coraje y de la utopía.

Sólo quien ha perdido la pasión absoluta de lo humano y se ha aposentado con el sopor del animal en los prados de la inmediatez pregunta por qué leer. ¿Cómo seríamos ya libres sin libros? ¿Cómo seríamos contemporáneos de Sócrates sin Platón, de Jesucristo sin los evangelios, de la «humanitas» romana sin Cicerón, de los ideales y temores de la Edad Media sin la Divina Comedia, del humanismo renaciente sin Shakespeare y del idealismo ensoñador sin Cervantes? Hay que leer para ver con los ojos de quienes han pensado antes que nosotros y así ensanchar las posibilidades propias. El hombre lee para responder a sus necesidades, discernir sus entresijos, encender su soledad, ensanchar sus límites y, sobre todo, para acoger lo que le puede sobrevenir en la palabra de los otros y como don del Otro. La lectura es el espacio de la libertad.

Lecturas funcionales unas, que nos cualifican para el ejercicio de una profesión; lecturas gratuitas otras, que nos ayudan a ser más persona acogiendo el mundo como juego y tarea, viviéndolo como espectáculo, y transformándolo como el artista modela el barro con sus dedos y el escultor la madera con sus gubias. Hay lecturas gratuitamente necesarias para existir con dignidad y respirar con holgura. Hay libros vivos y vivificadores, que alumbran nuestros redaños, mientras que hay libros muertos y mortíferos, que por su vacuidad y vulgaridad, rencor o malevolencia, degradan al lector. Hay libros que son como personas vivas y hay personas que son como libros vivos. Cuando el «Índice» de libros prohibidos de 1558 dejó a Santa Teresa sumida en profunda tristeza, oyó del Señor esta palabra: «Yo seré para ti libro vivo».

¿Qué leer? Narrativa y poesía, épica y lírica, pensamiento y novela, ciencia y teología. Cada género requiere una actitud vital y una correspondencia afectiva. Pero sobre todo requiere aquella querencia que descubre lo implícito, percibe lo sugerido y adivina lo intentado. H. Hesse afirmaba que leer sin amor, saber sin respeto, formación sin corazón es uno de los peores pecados contra el espíritu. La lectura requiere cercanía generosa a la vez que distancia a lo leído. Leer requiere pensar y discernir, asentir y rechazar.

Hay una pedagogía y una ética de la lectura. Es falso decir que lo importante es leer y no importa qué. Unamuno alanceaba contra quienes, para aprender griego en la escuela, decían que lo mejor era traducir la Anábasis de Jenofonte. ¿Qué me importan las parasangas que avanzaban cada día los ejércitos griegos o persas? ¿No será infinitamente más valioso traducir los Diálogos de Platón que exponen al vivo la justicia, la verdad, la belleza, las ideas y los días, la tiranía y la libertad? La vida es corta y no es posible leerlo todo; hay que seleccionar. Hoy el problema no es la carencia de libros sino la superabundancia. Hay que elegir y recibir críticamente, y para ello es necesario aprender a leer. ¿Cómo leer? Con ilusión, libertad y silencio para integrar lo leído en el universo propio de valores, dejándose inhabitar por las propuestas recibidas del autor y confrontándolas con las experiencias fundamentales de la vida humana, con las grandes figuras de la creatividad, santidad y servicio que la historia ha ido ofreciendo. Sobre todo preguntándose: ¿este libro me hace más libre, limpio y fuerte? Pero ¿qué funda y sostiene nuestra libertad? Tiene dos fuentes: el saber y el amor. Hay que poder ser libre. Esta potencia en parte la conquistamos por nosotros mismos (saber) y en parte nos tiene que ser regalada (amor). La bella lectura es una fuente con dos caños, del uno mana el saber y del otro el amor.

Hay que leer, sobre todo, aquellos libros que han superado la prueba de humanidad: los clásicos. Estos han dignificado a los humanos tirando de ellos hacia arriba, hacia su mejor yo, y no correspondiendo vilmente a sus pasiones. La cesura cultural más grave que hemos conocido en los últimos decenios es la reducción del libro a producto de consumo, que se elabora por cálculo anticipado de lo que halaga y confirma al lector en sus necesidades inmediatas, otorgando legitimidad a sus gustos o pecados. Se suman todos esos elementos, se agitan conjuntamente, y se le entrega el libro como un bebedizo para anestesiar sus necesidades profundas y sumergirlo plácidamente en sus cotidianas infecciones. En cambio, la lectura de un libro bueno es una de las mayores fuentes de gozo personal, más allá del mero placer instintivo y de la placidez directa.

Hoy es necesaria una lectura informativa y sobre todo formativa, para poder contrarrestar los asedios de aquellos poderes que utilizan la noticia y el dato como trampolín para lanzarnos a la compra de sus productos o arrancarnos la adhesión a sus programas. Sólo quien lee libros y piensa por sí mismo, con saberes fundados y pensamientos confrontados, puede hoy ser libre, perdurar con dignidad. Los mejores teóricos de la democracia han repetido que ésta sólo crece y perdura donde la sostienen una ética real y una real cultura. Por eso yo invito a invertir las proporciones actuales: sesenta por ciento formación y cuarenta por ciento información. La información ante todo por libros, luego por periódicos, después por radio, y finalmente, en medida mínima, por televisión. De esta forma exorcizamos el peligro de convertirnos en masa o en secta, y persistimos enhiestos como personas y ciudadanos libres.

Si alguien me pidiese criterios para saber qué leer, yo le diría que elija: lo que ensancha la conciencia, en el sentido de saber intelectual, y la purifica en el sentido de responsabilidad moral (1); lo que alimenta el gozo de ser hombre y mujer, estar en el mundo y existir gratuitamente (2); lo que despliega ante nuestros ojos universos nuevos de realidad, los abismos de nuestro ser y las cumbres que podemos escalar (3); lo que nos relativiza con la crítica, ironía y sorna llevándonos a pensar en los demás, a contemplar el mundo tan diverso, tan vasto, tan hermoso, y a contar con Dios (4); lo que nos hace fraternales participantes en las diversas formas de grandeza y necesidad humana, discerniendo el poder, la ciencia, la cultura, la santidad, el heroísmo (5); lo que nos llega gratuitamente desde una voz amiga y sabia, sin ningún interés ideológico, político o económico (6); los libros que no están de moda pero que han superado cribas y cedazos porque en ellos ha latido el corazón humano con sus mejores vibraciones, desde la Odisea a la Biblia, desde Virgilio a Dante, desde San Juan de la Cruz a Góngora, desde Goethe a Hölderlin, desde Galdós a Unamuno, desde Dickinson a Edith Stein, desde Eliot y Hopkins a Muñoz Rojas y A. Colinas (7); lo que por la belleza de estilo y finura de espíritu nos arranca a la vulgaridad desenmascarando nuestras complicidades, malevolencias y olvidos culpables (8); lo que nos divierte en el mejor sentido del término y nos hace amar nuestro siglo, a la vez que nos abre a lo eterno y nos emplaza ante el Eterno (9); lo que nos recuerda que somos humanos, entre el animal y Dios (10).

No voy a repetir el intento de H. Bloom ofreciendo un «canon» de lecturas. Me parece, sin embargo, criterio supremo afirmar con él que hay que leer lo que exalta la magnanimidad y excluye la desidia, nos abre a lo sublime y rechaza la mediocridad, venga ésta propuesta o impuesta por quien fuere:

«Cuando uno ronda los 70 le apetece tan poco leer mal como vivir mal, porque el tiempo transcurre implacable. No sé si Dios o la naturaleza tienen el derecho a exigir nuestra muerte, aunque es ley de vida que llegue nuestra hora, pero estoy seguro de que nada ni nadie, cualquiera que sea la colectividad que pretenda representar o a la que intente promocionar, puede exigir de nosotros la mediocridad».

martes, junio 21, 2005

Ultimas Noticias



El 20 de junio, de 1793 El Ayuntamiento de la Ciudad de México, con el visto bueno del virrey Revillagigedo, concede autorización, a don Manuel Antonio Valdés, impresor y literato mexicano, para que estableciera una empresa precursora del transporte de alquiler, en la que uilizaría coches impulsados por un caballo.



El 20 de junio de 2005 se puso en marcha el Metrobus (transporte público) que recorre su trayecto en una avenida importantísima de la Ciudad de México, la Avenida de los Insurgentes.

Pasamos a las cifras:


60 autobuses articulados y 20 autobuses dispondrán para el Metrobús,
19.4 kilómetros es el recorrido desde Indios Verdes al Eje 10 Sur.
2 terminales: una en Indios Verdes al norte y otra en la intersección con el Eje 10 Sur.
34 estaciones a lo largo del recorrido.
400 a 500 metros es la distancia entre estaciones.
6 estaciones del Metro están interconectadas con el Metrobús (Indios Verdes, La Raza, uenavista, Revolución, Glorieta de Insurgentes y Chilpancingo).
250.9 mil viajes por día estiman para el uso del transporte.
21.2 kilómetros/hora es la velocidad en que viajarán las unidades.
34.3 minutos y 64.6 minutos es el tiempo calculado por recorrido sencillo y por vuelta completa, respectivamente.
160 pasajeros por autobús.
24 horas al día funcionará el transporte.
3.50 pesos costará el viaje.
250 mil personas se movilizarán con el servicio.
250 millones de pesos invirtieron en la infraestructura para el Metrobús.
2 millones de pesos costaron aproximadamente cada camión articulado, según el Fideicomiso para el Mejoramiento de las Vías de Comunicación.
y por si fuera poco 1794 árboles fueron talados para la habilitación de los carriles.

Y estos fueron los titulares de los diarios de la tarde:


Hay contratiempos en acceso a Metrobús en Indios Verdes
Los problemas del Metrobús, de tipo operativo: Sheinbaum
Desbordan usuarios servicio del Metrobús
Castigarán a invasores del carril Metrobús
target="_blank">Admite Ortega fallas en frecuencia de Metrobús
Multas por cinco salarios mínimos a quienes invadan el carril ...
Anuncian sanciones para quienes invadan carril del Metrobus
Defiende AMLO al Metrobús, pese a fallas
Lío vial al inaugurar el Metrobús del DF
Choca unidad del Metrobús contra autos particulares
Confirma Encinas que Metrobús será gratis para ancianos
Insurgentes quedará libre de microbuses, dice GDF
Asegura Encinas que micros dejarán de circular en Insurgentes
Apenas en proceso de recuperación el desabasto de agua en DF
Inconcluso, pero ya rueda el Metrobús
Reconoce Sheinbaum obra inconclusa
Las críticas no nos dañan: López Obrador
>Atraso en negociación con microbuseros

miércoles, junio 15, 2005

¿Cómo se forma un lector?

por Beatriz Sarlo





Una pregunta de difícil respuesta, que vale también, por ejemplo, para espectadores deportivos o televidentes. Y un ciudadano, ¿cómo se forma?

Llaman de un organismo oficial dedicado a las bibliotecas populares. Van a sacar una revista para los bibliotecarios y están buscando algunos artículos sobre un tema misterioso: ¿cómo se forma un lector? Las respuestas son conocidas: el papel de la escuela, de los maestros, de la familia, etc. Pero en la pregunta hay algo que me deja pensando y me doy cuenta de que, más allá de las fórmulas institucionales, no hay una respuesta.

Realmente, ¿cómo se forma un lector? O quizás, ¿es posible formar un lector? Dicho con mayor precisión: ¿un lector de qué? Es perfectamente posible que todo el mundo se entrene en las habilidades necesarias para ser lector; también es posible poner libros y material escrito, impreso o no impreso, al alcance de todo el mundo. Sin embargo, este programa mínimo es muy difícil de cumplir. En las últimas décadas, por ejemplo, la Argentina ha dado pruebas de que no lo cumple y de que muchas escuelas no están en condiciones de distribuir las habilidades necesarias por razones educativas internas y por motivos que chocan con la escuela e influyen sobre ella, como la desigualdad y la pobreza. Todo esto es bien sabido, pero nos deja lejos de la pregunta.

Probablemente la respuesta sea imposible. Un televidente se forma sentado frente a la televisión. Si llegara un extraterrestre con nuestras mismas disposiciones intelectuales y durante una semana mirara televisión, sabría casi todo lo necesario para convertirse en televidente. Es más difícil la formación de un aficionado a cualquier música popular. No quiero decir simplemente un fanático de una banda, sino un aficionado, alguien que entiende de estilos, diferencia intérpretes, conoce períodos más allá del estricto presente; no quien escucha música como ruido de fondo o siente amor por un solo artista. Sin embargo, a pocos les interesa la pregunta sobre cómo se forma un aficionado al rock o a la salsa.

¿Cómo se forma alguien que sepa ver fútbol o tenis o hockey sobre césped? Entiendo bien que nadie piensa que el destino de la sociedad pasa por formar espectadores que se concentren como expertos mientras que a su alrededor las hinchadas suscriben el viejo principio de que los goles son amores y no buenas razones. Hay motivos para que eso no le interese a nadie, aunque quizás alguien debiera preocuparse de que el deporte sea, para una gran mayoría, algo que se mira y no se juega. La pasión deportiva que casi todos sienten es una pasión de la mirada que no toca el propio cuerpo.

¿Cómo se forma un ciudadano? La escuela parece nuevamente responsable de responderla bien y con éxito. Sin embargo, los mejores profesores de instrucción cívica del planeta no pueden competir con un par de periodistas televisivos incultos o malévolos que, un día cualquiera, agitan la opinión pública con la falsedad de que la libertad condicional de un encausado equivale, en la práctica, a declararlo inocente. Es bueno preocuparse por la formación de los lectores, pero casi me parece más importante la de ciudadanos que puedan distanciarse de los peores representantes del establishment audiovisual.

“…” Si supiéramos cómo se forma un lector, probablemente también sabríamos responder a las preguntas sobre la formación de ciudadanos y de públicos musicales, deportivos o audiovisuales. Pero, en el fondo, no sabemos cómo se forma un lector, aunque conocemos bien cuáles son las destrezas necesarias. Por supuesto, sabemos cómo se forma un lector de libros técnicos, de divulgación histórica, de autoayuda o best-sellers: esos libros entregan casi exactamente lo que prometen, valen lo que cuestan. Lo que ignoramos es cómo se forma un lector que soporte la incertidumbre y la complejidad. En pocas palabras: no sabemos cómo se forma un lector de literatura.

Este post está dedicado a María Luisa Armendáriz Guerra, que es directora del Festival de la Palabra, y que además, durante la emisión del programa “Domingo 7” correspondiente al 12 de junio del 2005 que se transmite a través del canal 7 de Televisión Azteca, como invitada a demostrar sus cualidades culinarias, se aventó la puntada de decir, -“a los que más me interesa acercar a los libros es a los niños, los adultos, ya están grandes y pues ya no es posible formarlos como lectores, esos ya están viejos y perdería el tiempo uno poniendoles atención, a esos ya que…”

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Espero que haya sido un comentario NO PENSADO, que a la Directora del Festival de la Palabra
www.festivaldelapalabra.com Maria Luisa Armendáriz lo haya hecho así sin pensarlo ya que no quiero ofenderla, solo que quiero decirle que tanto adultos, ancianos, niños, etc., etc., etc., tenemos el derecho de acercarnos a los libros y a la lectura. Porque la lectura es algo de lo que no podemos prescindir y como dicen por ahí “sin la lectura no funcionamos”.

martes, junio 07, 2005

La Nota Profunda [1]

Por Ronaldo Menéndez

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Es una frase tan sólida como humorística , afirma José Saramago: “jamás una lágrima emborronará un correo electrónico”. Hoy en día la realidad virtual es un fantasma que recorre el mundo, por eso prefiro pensar que todo libro es un cuerpo que existe para ser tocado. Tiene un lomo y un rostro, una carne minuciosa que se abre a través de sus páginas , y una intimidad que son las palabras que nos regala a cada uno de nosotros.

Un libro viene al mundo no cuando lo acaban de escribir, sino cuando empezamos a leerlo. Y dentro de la discreta intimidad de su cuerpo , los libros también tienen un alma. Una novela se nos vuelve inolvidable cuando, después de mucho acariciarla, nos deja ver el más valiso de sus secretos: su nota profunda.

La nota profunda no es la idea básica de un libro ni la solución del argumento, ni un pasaje intenso o patético. En cambio, tiene mucho que ver con lo sublime y con el misterio. La nota profunda puede incluso alejarse de la aparente trama principal, pero es ese momento único en que el autor logra revelarnos algo eterno y consustancial al género humano.

Recuerdo lo que para mi fue la nota profunda de esa imprescindible novela de Dostoiesvski titulada “Crimen y castigo”. Su protagonista Raskolnikov ha asesinado –valiéndose de la despreocupada brutalidad de un hacha- a una vieja usurera y a una mujer inocente. El desquiciado Raskolnikov quiere perderse después de su crimen y se une a una prostituta llamada Sonia. En un pasaje sublime en que los dos se hunden en un sótano –metáfora de lo más bajo- Sonia saca una Biblia y enciende una vela que derrota la penumbra. Entonces escribe Dostoiesvki: “a la luz de una vela la prostituta y el asesino comenzaron a leer el Libro Sagrado”.

Es ese el momento en que se nos revela la atormentada grandeza del autor, y los personajes se nos vuelven absolutamente reales. Nos damos cuenta en ese instante de que Sonia es una prostituta cuyo espíritu permanece virgen, por eso es capaz de redimir al asesino. Raskolnikov se ha entregado a Sonia para perderse, pero ella es la única mujer capaz de salvarlo porque su alma es pura.

Dostoiesvki nos ha enseñado en cinco líneas la esencia del pecado y del arrepentimiento, y nos ha dicho que el más abyecto de los pecadores puede encontrar un perdón del tamaño de su culpa.

La nota profunda es un hallazgo donde el autor y el lector se funden en una sola idea que ya no les pertenece. El libro nos ha dado su cuerpo, y su alma se ha instalado en el reino de lo universal , de lo absoluto. Muy pocas obras logran este hallazgo, ni siquiera existen métodos par rastrear notas profundas. Cuando ocurre, sencillamente lo sabemos. Entonces comprendemos por qué jamás una lágrima emborronará un correo electrónico.

[1] Tomado de “El comercio” Secc. Cultura . – Lima, Perú (1999)

jueves, junio 02, 2005

Bertrand Russell nos contó que Zacarías era bibliotecario

Por Alfredo R. Palacios[1]

… esta historia me recuerda que cuando los bibliotecarios catalogadores nos encontramos discutiendo ardua, calurosa y vigorosamente por la interpretación de una Regla de Catalogación y el análisis de cómo se debe asentar o registrar un dato en la descripción catálográfica, corremos el peligro de experimentar lo que le pasó al pobre de el Bibliotecario Zacarías.



Había una vez… en el montañoso suelo de Partalaguna, una biblioteca muy original formada exclusivamente con catálogos de libros. Cualquiera de los volúmenes que ocupaban los anaqueles podía proporcionar al lector los títulos de todos los libros que trataban un determinado tema. Por ejemplo, la obra 1,177 contenía la lista de todos los libros escritos sobre Sócrates; la 551.073 registraba todos los libros dedicados a la obra de Maurits Cornelis Escher; el volumen 8.409, los textos que hablaban de la pirámides de Egipto, y así sucesivamente.

Zacarías –nos contó Bertrand Russell— era el bibliotecario de esta curiosa Biblioteca de Partalaguna y llegó a descubrir, en su ardua tarea de clasificación, que algunos de estos catálogos se citaban así mismo. Así, el autor el autor del catálogo 1.177 creía que su listado bibliográfico era una cierta forma de hablar de Sócrates, entonces añadía el título de su propio catálogo a la lista de los libros que lo componían.

Esto disgustaba mucho a Zacarías. Juzgaba a los autores que así obraban como pagados de sí mismos y transfería este juicio sobre sus respectivas obras. “Los catálogos que se citan a sí mismos son vanidosos y presumidos”, decía. Por el contrario, elogiando el recato de los autores de las obras que, como la 551.073 no se citaban así mismas, exclamaba: “¡Que modesto es este catálogo!”

Un buen día, y luego de haber fatigado clasificaciones, Zacarías enfrentó la necesidad de tener que distribuir su biblioteca en dos salas distintas y unidas por un largo pasillo. “Para un buen orden –se dijo--, en la sala de la izquierda, pondré los catálogos vanidosos y, en la de la derecha, los catálogos modestos.” Así lo hizo y, una vez finalizada la tarea de distribución de ejemplares en los estantes, comenzó –como buen bibliotecario que era—la redacción del Catálogo de Catálogos Vanidosos (Sala de la izquierda) y la del Catálogo de Catálogos Modestos (sala de la derecha).

¿Y estos nuevos catálogos serán vanidosos o modestos?

“¡Serán modestos!”, pensó Zacarías, pues por principio, no se citaban a sí mismos. Comenzó ubicando el catálogo de Catálogos Vanidosos (que rea modesto) en la sala de la derecha. Inmediatamente pasó a registrar este último y nuevo ejemplar. Para ello Zacarías abrió el otro catálogo – el Catálogo de Catálogos Modestos – y en él anotó el título del Catálogo de Catálogos Vanidosos. Para finalizar su tarea, le faltaba solamente colocar el último catálogo –el Catálogo de Catálogos Modestos—en alguna de las dos salas. Dado que el Catálogo de Catálogos Modestos era, obviamente, modesto, estaría en la sala de la derecha. Ahora bien, si esto ocurría, la sala de la derecha tendría un nuevo libro. Prestamente Zacarías abrió el Catálogo de Catálogos Modestos y lo registró.

Pero… he aquí la cuestión: por causa de este último registro, ¡el Catálogo de Catálogos Modestos se había hecho vanidoso! Profundamente sorprendido, Zacarías recorrió el largo pasillo con la clara intención de ubicarlo en la sala de la izquierda.

Cuando llegó a la sala de la izquierda, se dio cuenta de que la sala de la derecha tenía ahora un libro menos. Abrió el Catálogo de Catálogos Modestos y borró la mención que hiciere de sí mismo. Pero… he aquí la cuestión: el Catálogo que hasta ese momento era vanidoso, al borrar el asiento, ¡volvió a ser modesto! Entonces, Zacarías lo llevó corriendo a la sala de la derecha. Pero… cuando llegó a la sala de la derecha, se dio cuenta de que tendría un libro nuevo libro…

Cuentan pobladores y turistas que, en la Biblioteca de Partalaguna, hay un bibliotecario loco que recorre un largo pasillo desde la sala de la izquierda a la sala de la derecha y desde la sala de la derecha a la sala de la izquierda; y, en un mismo libro y entre las carreras, no cesa de escribir un título, de borrarlo, de volverlo a registrar, e volverlo a borrar, de registrarlo nuevamente, de borrarlo…

¡ Y así por la eternidad toda!


[1] PALACIOS, Alfredo Raúl y Alberto Gustavo Palacios. La definición : así la matemática como en la filosofía. – Buenos Aires, Arg. : Lumen, c2002. – 83 p. – (Relaciones)